La rapidez con la que las vacunas contra el coronavirus han salido al mercado (menos de un año, cuando la media es de cinco) ha desatado la suspicacia y las dudas de cientos de ciudadanos en España. Esto, unido a la falta de una campaña divulgativa que ayude a resolver estas dudas, ha provocado que muchas personas teman vacunarse o que directamente se nieguen.
Según el último estudio realizado por el CIS en diciembre de 2020, solo el 32,5% de los españoles se mostraba totalmente dispuesto a vacunarse en cuanto se aprobara la inmunización, mientras el 55,2% prefería esperar a conocer los efectos y un 8,4% no estaba dispuesto a vacunarse en ningún caso, datos preocupantes debido a la situación actual en la que nos encontramos con la pandemia. Y que a su vez son caldo de cultivo ideal para negacionistas.
El pasado 27 de diciembre de 2020 comenzó en España la campaña de vacunación contra la COVID-19. Las más de 760.000 dosis que ya se han administrado en nuestro país pertenecen a las empresas Moderna y Pfizer principalmente, que junto a AstraZeneca son las tres vacunas que se van a distribuir en Europa.
¿SON SEGURAS ESTAS NUEVAS VACUNAS?
Durante la investigación y desarrollo de la vacuna Pfizer, se inoculó a más de 22.000 personas durante su fase experimental, mientras otras 22.000 recibían inyecciones de placebo con agua salina. El resultado de reacciones adversas graves fue muy baja en ambos grupos, con un 0,6 y un 0,5% respectivamente. Sin embargo, la fatiga, las cefaleas leves y las molestias musculares moderadas en el brazo que recibe la vacuna sí fueron síntomas comunes en prácticamente la mitad de los vacunados. Según el estadístico británico Stephen Evans, “la seguridad es el balance favorable entre beneficios y daños, básicamente debemos elegir entre la posibilidad de sufrir durante un par de días algo de fiebre y malestar general o contagiarse (y contagiar) de coronavirus”. Es decir, que la posibilidad de tener reacciones adversas graves tras recibir la vacuna, salvo las molestias ya mencionadas, es de poco más del 0,6%.
¿Y A LARGO PLAZO?
Agustín Portela, virólogo de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, afirmaba en recientes declaraciones a El País que no espera grandes sorpresas en este ámbito. “Hay vacunas frente a más de 20 patógenos. Si nos ponemos a buscar en cuántas de ellas ha ocurrido una reacción adversa después del mes de haberse vacunado habría que ponerse a mirar con lupa”.
Pese a ello, Portela recuerda dos excepciones. Una en 2017 cuando se descubrió que la nueva vacuna contra el dengue de la firma Sanofi agravaba la enfermedad en un porcentaje mínimo de los vacunados. Y la otra con la vacuna Pandemrix de la multinacional GSK, autorizada en 2009 frente a la famosa gripe pandémica H1N1. Suecia y Finlandia detectaron meses después de las primeras dosis un ínfimo riesgo de narcolepsia (ataques de sueño profundo durante el día) en un porcentaje inferior al 0,5 por cada 100.000 vacunados. Por este motivo las autoridades han vigilado cualquier indicio de este fenómeno en las vacunas experimentales contra la COVID.
“Tenemos los datos de casi 60.000 personas que se han vacunado con tres vacunas diferentes —Pfizer, Moderna y AstraZeneca—, con un seguimiento de varios meses, y en ninguna de ellas hay evidencia de enfermedad aumentada. Yo creo que tenemos datos sólidos para pensar que este fenómeno no va a ocurrir”, tranquiliza Portela. “Esperar seis meses para autorizar las vacunas contra la COVID no nos daría una garantía adicional”, sentencia.
¿CUÁNTO DURA LA INMUNIDAD?
La propia compañía Pfizer reconoce que todavía no hay datos concluyentes sobre cuánto durará la protección otorgada por la vacuna frente a la COVID, aunque sí sugieren que será muy dilatada en el tiempo, ya que los resultados de estas vacunas parecen generar anticuerpos más robustos y duraderos que los que genera el cuerpo de forma natural tras pasar la enfermedad. Los datos de Moderna concluyen que cuatro meses después de recibir la primera dosis todos los vacunados mostraron niveles de anticuerpos más elevados que los de las personas que han superado la COVID. Según el doctor argentino Fernando Polack, coautor del ensayo de la vacuna Pfizer, “el peor escenario, razonable pero improbable, es tener que revacunar anualmente. No suena dramático, ya que hoy lo hacemos con la gripe, una vez que la producción de vacunas esté solucionada”.
¿IMPEDIRÁN NUEVOS CONTAGIOS?
Ninguna de las vacunas ha demostrado aún si una vez vacunados podríamos continuar infectándonos sin síntomas y seguir contagiando el virus a terceros. Pfizer y Moderna se han mostrado muy eficaces a la hora de disminuir el número de enfermedades y de muertes causadas por el coronavirus, pero no en cortar su transmisión, convirtiéndonos en una suerte de portadores del virus. Hoy en día existen vacunas, como la del sarampión, que frenan la enfermedad y a su vez impiden su transmisión. Y otras, como la de la meningitis B, cuya inoculación no impide que una persona vacunada se convierta en un foco epidémico pese a no sufrir la enfermedad.
“No tenemos evidencias sólidas de que estas vacunas vayan a cortar la transmisión y a generar inmunidad de rebaño. Esa información la obtendremos cuando empecemos a vacunar a mucha población, por ejemplo al 50% en todos los grupos de edad, y veamos que la tasa de enfermedad baja un 80%”, explica Portela a El País. “Inicialmente, mientras no haya mucha gente vacunada, la única forma de protegernos todos es llevar la mascarilla”, avisa.
¿CUÁL ES LA MÁS EFECTIVA?
Las vacunas de Pfizer, Moderna y AstraZeneca son las tres primeras que van a llegar a nuestros centros sanitarios. Sin embargo, existen entre ellas grandes diferencias, que abarcan desde su composición hasta su eficacia, pasando por su precio y dificultad de conservación y distribución. Aunque hay que precisar que en la mayoría de países las autoridades sanitarias no permiten elegir qué vacuna se nos administra, por razones logísticas.
Las vacunas Pfizer y Moderna utilizan una tecnología experimental basada en la manipulación del ARN mensajero. Esta tecnología consiste, explicado de forma muy básica, en enseñar a nuestras células cómo producir una proteína, que es la que hace reaccionar al sistema inmunitario. Sin embargo, la vacuna de AstraZeneca utiliza un sistema más tradicional, pues se ha elaborado utilizando una versión atenuada del virus que provoca el resfriado común de los chimpancés. Este virus ha sido modificado genéticamente con un gen extraído de una proteína del propio coronavirus para provocar la reacción inmune del organismo e impedir que pueda reproducirse en el cuerpo humano.
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