‘La de Induyco es la huelga de mujeres más importante que se ha hecho en España’

María José Gallego, activista laboral, social y vecinal, ha publicado un libro que recoge la gran lucha de las trabajadoras de la empresa textil de El Corte Inglés durante la Transición

María José Gallego empezó a trabajar desde muy jovencita, y desde entonces también ha sido “luchadora del mundo del trabajo”, explica. “Luego, a partir de ahí, también activista social y en el barrio, he tocado algo en el movimiento ciudadano y municipal, los movimientos feministas… Y desde hace 15 años estoy en la Casa del Barrio dando talleres y colaborando en que funcione”. En febrero ha publicado el libro La huelga de ‘las niñas’ de Induyco, en el que narra de forma vivencial la lucha de las trabajadoras en la empresa textil de El Corte Inglés.

●●● ¿Quiénes eran “las niñas” de Induyco?

Induyco era la empresa más grande del textil: llegó a tener solo en Madrid 14.000 trabajadores. Fue creada en pleno franquismo, en 1949, para surtir a El Corte Inglés. Era una empresa paternalista: tenía un montón de cosas para los trabajadores que al final no eran para beneficiarte, sino para tenerte pillada: los médicos, una gestoría que te solucionaba todos los problemas, un banco que te daba préstamos... Además era la empresa donde más dinero se ganaba, entonces todas queríamos trabajar en ella. Yo entré en 1971, y ganaba allí más que mi hermano o mi padre. Claro, luego te dabas cuenta de que aquello era la esclavitud: te pagaban bien, pero te exprimían.

La plantilla de Induyco tenía una particularidad, y es que éramos todas muy jóvenes. Yo era de las más mayores: tenía entonces 22 años. Las jovencitas, que eran la gran mayoría, eran niñas de 14 años. En esa época las mujeres no podían trabajar cuando se casaban, se tenían que despedir: decían que te daban “la dote”, pero era la indemnización del despido. Por eso la plantilla fue siempre muy joven. Después, cuando cambiaron los tiempos, las mujeres empezaron a quedarse, aunque también dependía del marido. Claro, esa singularidad dificultaba la posibilidad de movilizar; bueno, eso y Franco, que también era una dificultad grande [risas].

●●● ¿Qué te mueve a escribir este libro?

La de Induyco es la huelga de mujeres más importante que se ha hecho en España, entonces yo siempre he pensado que ese libro tenía que escribirse, pero es que las cosas que hacen las mujeres no se publican. Las mujeres han sostenido todas las huelgas y luchas de este país, incluido el mantenimiento de las mismas después de la guerra, con sus hombres en la cárcel. Pero a pesar de eso es difícil encontrar cosas que hayan hecho que estén escritas. Entonces me animé a escribir el libro. Seguramente podría haber sido un libro bastante más rico, pero lo he escrito desde mi experiencia en Induyco. Aunque yo fui una protagonista importante, no deja de ser mi perspectiva.

●●● ¿Cómo surge el conflicto?

Bueno, en 1973 empezamos a organizarnos un poquito. Allí, aparte de los despidos si protestabas, había un régimen interior que marcaba cosas como que tenías que pedir hora para ir al váter, que no podías estar en el baño más de cinco minutos, que te controlaba una mujer.... Eran unas condiciones muy salvajes. Entonces empezamos a movernos, y para 1975 ya teníamos una organización bastante curiosa. Yo soy despedida ese año, y fue la primera vez que los trabajadores salieron a defender a una compañera. Cuando salí del despacho, la fábrica estaba parada y la gente estaba toda concentrada en la salida: me estaban esperando. No llegaron a hacer efectivo el despido probablemente por su sorpresa: de pronto hay una trabajadora a la que no pueden despedir.

A partir de ahí, en 1976 despiden a cuatro compañeros: tres mujeres y un hombre. Las despiden justo el día que nos vamos de vacaciones, y ese día hacemos asamblea, nos concentramos, la policía nos echa, pero no podemos hacer más porque al día siguiente ya no íbamos a trabajar. En septiembre retomamos: volvimos a hablar de los despedidos y empezamos a hacer una tabla reivindicativa. Pedíamos subidas salariales, formación y muchas otras cosas para unirlo a la solicitud de la readmisión de los compañeros. Comenzamos a hacer asambleas, y ahí despidieron a más compañeros, entre otros a mí, y también conseguimos negociar que nos quitaran los despidos y las sanciones, pero no a los cuatro: era gente que estaba señalada más políticamente, y entonces a ésos no los readmitían.

Paramos un tiempo en el que estaban las cosas revueltas, con lo de los abogados de Atocha y la situación que había en esos momentos, y en febrero de 1977 comenzamos otra vez a dar la matraca: empezamos a hacer asambleas, paros y llegamos a plantear ya una huelga de toda la jornada dentro de la empresa. Entonces nosotros teníamos un jefe que era Guerrillero de Cristo Rey, y se oía que tenía pistola. Convocamos una asamblea en la cuarta planta, la única en la que podíamos caber a lo mejor tres mil personas por no estar llena de máquinas.  Y antes de esa asamblea el jefe de personal me llama a su despacho, me hace un gesto de que me calle y yo les oigo decir: “Esa asamblea no podemos dejar que se haga. Éstas ya se están pasando. Como no lo cortemos nos va a costar más”. Y ese tipo dice: “Pues si hay que matar a la hija de puta esa, se la mata. A mí no me importa: yo me la cargo”. Claro, la “hija de puta” era yo.

Entonces ya se acaba la conversación y yo digo: “Bueno, ¿esto qué es?”, y el de personal me dice: “Que no puedes hacer la asamblea”. Yo le respondo: “Yo he quedado en hacer esa asamblea y se va a hacer. Si vosotros dejáis entrar aquí a gente con pistola es vuestro problema. Lo que pase aquí será responsabilidad vuestra”. Nosotros teníamos ya una amenaza de muerte de los Guerrilleros de Cristo Rey, pero tú estás metida ahí, ¿y qué haces? ¿Dices que no y entonces cortas todo lo que estás haciendo? Además, la rabia que te da… Así que bueno, en Induyco había mucha gente de CNT, entonces yo me fui a hablar con ellos y les dije: “Ha pasado esto… Lo único que se me ocurre es que pongamos gente en la puerta para ver si entra alguien sospechoso, y vosotros —porque eran los más valientes— rodead la mesa por lo menos para tumbarme en el suelo si veis que pasa algo”.

Y eso hicimos. La asamblea se celebró: fueron tres mil y pico personas, aquello era impresionante. Y efectivamente votó toda la gente a favor de la huelga. Convocamos el paro y al día siguiente cuando llegamos la empresa había hecho un cierre patronal, y ya nos encontramos allí a la policía, a los encargados en la puerta para no dejarnos entrar... No nos lo imaginábamos, y la verdad es que nos quedamos sorprendidísimas. Nos dieron palos todos los que quisieron, llevaron las tanquetas de agua, nos estampaban contra la pared… Fue terrible. Bueno, una desbandada por todo Delicias, un lío... Y finalmente nos concentramos en la iglesia de la Beata, que entonces la policía no entraba a las iglesias hasta que pasó lo de Vitoria en marzo. Hicimos una asamblea, quedamos en recoger a todas las compañeras y hablar con ellas, cada una en su zona, para al día siguiente volver a las 7:30 a la empresa. Luego ya fueron muchos días los que estuvimos. Las últimas estuvimos de huelga casi dos meses. Conseguimos todo menos la readmisión de los despedidos. Eso era imposible.

En esa época la verdad es que conseguimos cosas que en ninguna empresa se habían logrado. La tabla reivindicativa que negociamos siguió vigente un montón de años.

●●● ¿Qué cosas había en la tabla?

Subidas salariales, guardería, respeto por parte de los hombres, más tiempo de maternidad, que cuando tuviesen menstruaciones dolorosas pudieran ir al médico de la empresa y estar allí hasta que se les pasara… Pedíamos cosas que nosotras necesitábamos. La tabla era importante y la conseguimos toda, únicamente faltó lo de los despidos.

●●● ¿Qué ocurrió después?

Llegó el juicio, porque la empresa decía que se atenía a los resultados del juicio. Claro, sus abogados eran los mejores, los magistrados estaban con ellos y todo estaba con ellos. A los que nos habíamos propuesto como testigos no nos dejaron salir de la empresa, convocamos un paro de cinco minutos y también ahí hubo despidos y sanciones. Era una empresa represiva, represiva, que no te dejaba dar un paso. Pero salvo los cuatro despedidos no echaron a nadie más. Luego, ya cuando entramos a trabajar después de la huelga, a unas 930 nos sacaron de la sede principal e hicieron tres empresas diferentes. A cada centro llevaron más o menos a unas 300 personas, repartidas por el grado de participación en la protesta. En el mío metieron a toda la “morralla” que no querían.

●●● ¿Y cómo terminó la cosa?

En cada centro actuaron de una manera. A nosotras nos tenían muy controladas. No nos daban trabajo e intentábamos buscar cosas con las que ocuparnos, pero aquello era muy duro. Hacían de todo para presionarnos, y era una lucha psicológica muy fuerte. En otros centros eran más suaves, ahí a las chicas las iban como “trabajando” para “curarlas”, como ellos decían. Mientras, hubo gente que se fue despidiendo, cambiaron a muchas a la central, y entonces ya, cuando hicieron un proceso de limpia en el resto de los centros, nos trajeron a nosotras también. Veníamos menos, pues también despidieron a gente, y entonces ya cuando vinimos seguimos con nuestra historia. Yo me fui de la empresa en el 82.

●●● Oye, ¿y qué tal resultado ha tenido el libro?

Yo misma estoy asombrada. Todo surgió porque me hizo una entrevista Pablo Carmona sobre la huelga, porque le daba yo mucho la paliza y le contaba muchas cosas. Esa entrevista la publicó, y le llegó a CGT, que me llamaron el 8 de marzo del año pasado para que interviniera con un grupo de mujeres, y yo ahí conté un poco la historia. A partir de eso, Carlos, de la Fundación Salvador Seguí, me dijo: “¿Por qué no escribes un libro?”. Yo contesté: “Es que yo no sé escribir un libro”. “Que sí, que tú sabes escribir un libro. Venga, tú escribe y nosotros te ayudamos”. Total, que empecé a recopilar las cosas que tenía, busqué más material y lo escribí. Lo ha sacado Catarata, porque CGT tiene un acuerdo con la editorial para sacar varios libros al año. A partir de ahí, lo he presentado en muchos sitios, me han hecho entrevistas, se ha movido, y bueno, Catarata hizo mil ejemplares y se han ido vendiendo. Me quedan siete. He hablado con CGT y se va a hacer una segunda edición, porque siguen habiendo presentaciones pendientes y un montón de sitios en los que se puede mover aún.


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