EDITORIAL
Estamos de acuerdo con la no discriminación en todos los sentidos de las mujeres, y desde luego toda situación de discriminación siempre perjudica no solo a quien es discriminado, sino también a quien aparentemente beneficia, al discriminador. La dominación de una parte de la población sobre la otra no es buena tampoco para el dominador.
El violento, al no poder imponer su posición, recurre a la violencia, y esta respuesta muestra su frustración y por tanto su debilidad. En consecuencia, la contestación de la sociedad va siendo cada vez más contundente, y así debe ser. Todo lo que ayude a un tratamiento humano sin distinción de sexo, origen, o condición social es una verdadera revolución.
A ella es importante sumar a esa parte de la población que es postergada, igualmente que tenemos otros lugares, países y continentes donde se tienen que alzar las voces en el reconocimiento de su condición como seres humanos iguales, y no como ocurre actualmente, que el haber nacido en determinados países parezca para algunos un error fatal.
Desde luego, aparte del posible éxito o fracaso de la huelga y de su seguimiento, que es seguro que será muy numeroso, una cosa ya ha conseguido: instalar una sensibilización en la dirección de la igualdad y un reconocimiento mutuo sin ganadores ni vencidos, pues el discriminador, violento o explotador se tiene que plantear cambiar su forma de pensar y actuar, y eso desde luego será un gran avance para todos.
¿Quien no puede estar de acuerdo con la no discriminación y la igualdad de oportunidades? Y quien no lo esté, por la presión de las mayorías tendrá que cambiar: no hay otra salida. Son los signos de estos tiempos, de tanta ebullición, transformación, cambio e inestabilidad. Demos una bienvenida a los cambios.