La crisis del coronavirus ha traído a nuestros barrios incertidumbre, miedo y el recordatorio de que esta pandemia no afecta a todos por igual. Las consecuencias de la COVID-19 sí entienden de clases sociales y, a estas alturas, muchas familias ya no tienen dinero para pagar el alquiler o comprar las raciones mínimas de comida. Además, muchos ciudadanos no cuentan con la posibilidad de solicitar ninguna ayuda del Estado dada su situación irregular. Hombres y mujeres cuyo sustento dependía de trabajos sin contrato y que ahora, con el confinamiento obligatorio, no pueden ejercer. Su único apoyo es el que le prestan algunos de sus vecinos que, organizados y de manera voluntaria, encuentran cómo hacerles llegar ayuda en forma de alimentos o medicina.
Soledad Sánchez, trabajadora social, y Ana Sevilleja, de la Asociación Trasluz, coordinan Ciudadanía Solidaria: una iniciativa con la que se ha puesto en marcha una red de cuidados y apoyo para las personas más vulnerables ante el estado de alarma en el distrito de Carabanchel. Personas mayores, con movilidad reducida, migrantes. “Yo tenía escrito un proyecto de hace tiempo, a raíz de otros problemas que me había encontrado en el barrio y, al ver la idea de la Asociación Trasluz les propuse unir fuerzas.”, cuenta Soledad. Así, comenzaron a organizarse por barrios y ahora son más de 200 voluntarios los que recorren las calles del distrito prestando ayuda a los vecinos: para bajar la basura, ir a la compra, pasear al perro o repartir comida. Sin embargo, tal y como apunta Soledad, la demanda ha cambiado; en cinco semanas de confinamiento la situación de muchas personas ha empeorado y eso hace que las solicitudes sean otras: “En principio, el objetivo del proyecto era comprar comida y medicamentos a las personas que no podían salir, pero podían ir pagando sus gastos. Había mucha gente mayor o personas algo más jóvenes pero que son de riesgo, con patologías asociadas, que no podían ni salir a comprar una barra de pan. Pero, poco a poco, hemos visto cómo ha cambiado la demanda: ahora te llaman y te dicen que ya no tienen dinero para comprar, que necesitan comida. También hay muchas personas que no tienen dinero para pagar medicamentos. Además, al principio no llamaban personas migrantes y ahora tenemos mucha demanda porque son los que peor están. Han trabajado hasta ahora pero ya no pueden.”, explica Soledad.
Distribuidos alrededor de los siete barrios del distrito, los voluntarios y voluntarias se reparten las zonas de actuación según cercanía para evitar largos desplazamientos y reducir así el riesgo de contagio. Desde Ciudadanía Solidaria consideran imprescindible cuidar de las personas voluntarias y por eso se establece un protocolo de actuación. Para garantizar su seguridad y que puedan hacer su labor con riesgos mínimos, es importante organizarse; por ello, cada uno de los grupos cuenta con una persona que coordina las peticiones. Así, Ana y Soledad son las primeras en atender a las personas solicitantes, que derivan después a cada uno de esos coordinadores quienes, por último, adjudican a los voluntarios de sus zonas.
Daniel es uno de los voluntarios que forman el equipo de Ciudadanía Solidaria. A Daniel esta crisis le ha obligado a cerrar varias tiendas textiles que tiene en diferentes puntos de Carabanchel. Su día a día también ha cambiado de manera drástica y, acostumbrado a la labor voluntaria, que ya ejercía repartiendo comida en el centro de Madrid, no ha tenido dudas a la hora de unirse a este proyecto. En su caso, se encarga de repartir medicamentos y comida a dos personas mayores del barrio de San Isidro. Para ello, se pasa primero por el comedor social de la ONG Remar, en el que, según han ido pasando las semanas, observa cómo el número de personas haciendo cola para obtener algo de comer, no hace sino aumentar. “Alguien tendrá que hacerlo. Yo me pongo en el lugar de esta gente y, no siendo una persona de riesgo, pienso en que hay que salir sin miedo”, asegura Daniel.
Solo el pueblo salva al pueblo
La participación comunitaria se ha convertido en imprescindible para hacer sostenible la vida de muchas personas. A pesar del plan de emergencia puesto en marcha por el Gobierno para mitigar las consecuencias del estado de alarma -y aún a la espera del lanzamiento definitivo de la renta mínima vital- sigue habiendo sectores de la población a los que dichas ayudas no llegan. Solo en población migrante, son casi 600 mil las personas que se encuentran en situación irregular y que, por tanto, se quedan sin opciones.
Nacho es el coordinador de los voluntarios y voluntarias de Ciudadanía Solidaria de la zona de Puerta Bonita. Para él, la situación forzada por el coronavirus ha puesto en evidencia la insuficiencia de las ayudas de las instituciones: “Al principio eran cosas más puntuales porque había gente que recibía ayuda de alguna institución y tenía cubiertas más necesidades, pero, con el paso del tiempo, la situación va cambiando y es más compleja. Cuando las instituciones te abandonan y tus necesidades no están cubiertas, las organizaciones sociales son las que han ido respondiendo.”
Como Carabanchel con Ciudadanía Solidaria, otros distritos madrileños han establecido iniciativas de participación vecinal. Muchas de estas redes de cuidados han lanzado recientemente un comunicado bajo el lema “Solo el pueblo salva al pueblo” con el que han querido poner de manifiesto la importancia de la lucha vecinal. Con este texto, firmado por más de una veintena de entidades, ponen el foco sobre la falta de atención a la población más vulnerable por parte de las administraciones, desde donde, aseguran: “nos están derivando casos por la falta de organización y personal en Servicios Sociales.”
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