Hace poco disfruté leyendo sobre un proyecto participativo de la plataforma digital Carabanchelando* junto a la vecindad del ensanche de Carabanchel Alto que concluía en interesantes observaciones sobre su modo de vida, en su pleno apogeo.
Ante un lugar nuevo, aparentemente hostil e inseguro, yermo de ocio y dotaciones, la solución vecinal fue la reclusión voluntaria en las llamadas coloquialmente “mi urbanización”. La convivencia se reservaba así para las comunidades por manzana o promoción. Las relaciones externas se limitaban los lazos amistosos infantiles.
También se comentaba cómo la unión barrial surgida de las protestas y reclamaciones iniciales estaba desapareciendo una vez satisfechas. Concluía el artículo con la duda de cuál sería la evolución. Y ha sido en los últimos dos años cuando se ha producido un “experimento vecinal” muy ilustrativo.
El PAU de Carabanchel se extiende entre los distritos de Carabanchel y Latina, y fue en este último donde la estática aislacionista se rompió cuando, a finales de 2021, la gente se echó a la calle ante la intención de instalar un cantón de limpieza en el extremo oeste del ensanche. La acción vecinal fue tan rápida y efectiva que el Ayuntamiento, abrumado mediáticamente, cambió la situación de esa instalación.
Menos de un año después se produjo el segundo intento en el centro. La respuesta popular fue la misma y el resultado idéntico. Por último, desde hace dos meses, un tercer intento en el extremo este del PAU ha levantado a la vecindad, que ha iniciado el mismo proceso para impedir su construcción.
Hasta aquí parece que el ensanche de Carabanchel (y Latina) ha recuperado su “espíritu de barrio”, uniendo a las “islas urbanizadas” de un extremo al otro en pos de objetivos comunes. La realidad es que las tres localizaciones para los tres equipamientos de limpieza distan entre ellas unas varias manzanas. Sin embargo, la vecindad movilizada en cada caso era y es… distinta.
Si realizásemos una encuesta comprobaríamos que el área de influencia de participantes en cada caso se limita casi a las “urbanizaciones” colindantes a cada parcela afectada, asistencias solidarias aparte. Dicho de otro modo: a la vecindad alrededor de la segunda parcela le había importado poco o nada lo que había ocurrido en la primera hasta que le tocó a su barba. Con “importado” me refiero a su implicación activa en la anterior reivindicación. Y en el caso de la actual tercera reivindicación, más de lo mismo hacia los anteriores.
Para cada grupo la experiencia ha sido nueva, pues no había participado en la anterior y debió aprender de cero cómo proceder, administrativamente al menos.
¿En conclusión? No, el ensanche sigue siendo un océano de urbanizaciones flotantes, a su suerte y casi sin tocarse, salvo honrosas excepciones, como la nueva asociación vecinal surgida de la primera reivindicación. No es un barrio, y tampoco parece querer pertenecer a ninguno. Simplemente es el archipiélago PAU.
*Carabancheleando V: Vidas de PAU, la vida en el PAU, 30/11/2014
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