La Plaza Elíptica es una glorieta que separa los distritos de Usera y Carabanchel y a la vez une a las partes de una relación laboral basada en la explotación. Esta frontera de tráfico intenso lleva siendo durante los últimos años protagonista en titulares de la prensa. Escribir “Plaza Elíptica” en cualquier buscador da como resultado una seguidilla de palabras que se repiten constantemente. Redada. Mafia. Inmigrantes. Hace tres años, Telemadrid informaba acerca de la detención de cinco empresarios de la construcción que acudían a esta plaza para conseguir trabajadores, sin contrato y en situación administrativa irregular. Sin embargo, esta misma redada daba como fruto otras 23 detenciones y 387 filiaciones por aplicación de la Ley de Extranjería. Es decir, que a pesar de que este tipo de operaciones se vendan como intentos de terminar con la explotación laboral, la realidad es bien distinta y los mayores perjudicados son aquellos a quienes estos dispositivos fingen proteger.
Las mañanas en la Plaza Elíptica son concurridas, frías, en continuo movimiento. Desde primera hora, cuando en el horario de invierno ni siquiera ha salido el sol, diferentes grupos de personas, mayoritariamente hombres y también migrantes, forman corrillos o esperan, solos, a que les recoja alguna furgoneta y les lleve a alguna obra que necesita de personas dispuestas a dar mucho por muy poco. Pasando un poco de tiempo allí una puede escuchar ciertas rutinas y lugares comunes en las conversaciones entre quienes en unos minutos procederán a subirse a un furgón, si tienen suerte. “Cuánto tiempo llevas en Madrid, has trabajado alguna vez en la construcción en tu país de origen, cuánto dinero te debe el que te recogió la semana pasada y ahora no te contesta al WhatsApp, cómo va esa lesión fruto de un accidente laboral no reconocido, cuáles son tus descansos”.
En ADELA (acrónimo de Autodefensa Laboral), como grupo de trabajo de la Asamblea Popular de Carabanchel, llevamos años implicadas en las luchas laborales del barrio a las que los sindicatos no suelen llegar. La asamblea la conformamos vecinas que hemos pasado por situaciones similares en el trabajo, y nos guiamos y aprendemos juntas tejiendo una comunidad de apoyo. A través de experiencia personal y colectiva, hemos ido aprendiendo a liderar nuestras propias luchas y conocer cómo defender nuestros derechos en el trabajo. En nuestra asamblea hay un perfil que predomina: el de una persona que ha migrado hace poco a España, que está en situación administrativa irregular y que trabaja sin contrato en hostelería, trabajo del hogar o el sector servicios en general. A través de la inteligencia colectiva y de la experiencia, hemos trazado una línea de ruta para este tipo de reclamaciones, que parten de una premisa que es necesario interiorizar: sea cual sea tu situación administrativa, tienes derecho a reclamar. En nuestro objetivo de fortalecer comunidades en lucha, hemos decidido poner nuestras herramientas al servicio del común y no conformarnos con solo esperar que las trabajadoras se acerquen a nuestros espacios de reunión para buscar una solución a un conflicto laboral. En su lugar, hemos decidido acudir también a los espacios de trabajo —o en este caso, de espera al trabajo— de quienes conforman la mano de obra más precarizada.
Así comenzamos a acudir a la Plaza Elíptica hace más de un año e inspiradas también por las luchas de las compañeras de Territorio Doméstico y SEDOAC, colectivos de trabajadoras del hogar que han recorrido líneas de autobuses, plazas y parques frecuentados por otras mujeres para informar y mapear la situación del sector, ante la ausencia de datos, pero también de espacios de reunión. Nuestros objetivos pasan por entender las dinámicas que se dan en esa plaza, cómo funciona la captación de trabajadores, a qué tipo de situaciones se enfrentan y, en base a eso, poder establecer una estrategia para prevenir los abusos laborales y autoprotegerse. En última instancia, también pretendemos dar a conocer nuestro grupo de autodefensa laboral y que lo tengan en cuenta como referencia en el barrio.
A través de charlas informales mientras esperan a ser recogidos para trabajar y del reparto de panfletos informativos sobre derechos laborales como salarios y vacaciones incluidos en el convenio colectivo de la construcción, comenzamos a mapear la situación en Plaza Elíptica. Los impagos están a la orden del día, muchos trabajan durante semanas y, cuando deberían cobrar, el patrón no vuelve a dar señales. Muchas veces no tienen más que el nombre de pila del jefe de obra y ni siquiera pueden localizar en el mapa el lugar en el que estaban trabajando. Además, el material de protección, imprescindible en un trabajo como la construcción, brilla por su ausencia. Sin embargo, estas situaciones de explotación laboral no se suelen colectivizar porque la necesidad apremia: si no me subo yo a la furgoneta, otro lo hará.
Sin embargo, saberse parte de algo más grande aumenta el poder de negociación. Poner en común los nombres y las matrículas de las furgonetas de quienes no pagan, saber cuál es la cantidad que por convenio te corresponde y ser consciente de que tienes derecho a reclamarla al margen de tu situación administrativa o autoprotegerte frente a los tan frecuentes accidentes laborales es vital. Pero más allá de eso, tener el respaldo de tus vecinas en el barrio es imprescindible.