‘Mediadores’, y mucho más
Visitamos el IES Renacimiento para conocer mejor un programa que llevan 15 años desarrollando con éxito
ROBERTO BLANCO TOMÁS
El IES Renacimiento es un centro educativo público con una amplia oferta formativa: Educación Secundaria Obligatoria, Bachillerato y Formación Profesional Básica y Específica. Pero este mes nos hemos acercado por allí con un objetivo muy concreto: conocer mejor un programa de mediación que llevan 15 años desarrollando con éxito.
Elena Martín, directora del centro, precisa: “no sé si está bien llamarlo ‘programa de mediación’, porque va un poquito más allá: tiene parte de mediación, pero tiene también parte de animación sociocultural, apoyo escolar, socialización, enseñanza de valores…”. “Es una actividad complementaria a la actividad docente del centro —continúa—. Complementaria y esencial para su buen funcionamiento, porque son unos monitores que están colaborando con nosotros para la buena marcha de las clases… Son como el aceite que engrasa las bisagras del instituto. Están antes, después y en medio: sirven para evitar conflictos antes de que se produzcan. Consiguen con sus actividades con los chicos que éstos se impliquen, que vengan contentos al instituto, que mejoren sus relaciones, que no se lleguen a dar los problemas que podría haber...”.
Antonio Méndez, uno de estos mediadores y miembro de la A.V. Pradera Tercio Terol, nos cuenta sus orígenes: “empezó en el curso 2000-2001. Los equipos deportivos de la asociación entrenábamos aquí, y por las tardes venían casi todos los niños del barrio a hacer voleibol, baloncesto, fútbol sala… y nosotros estábamos como monitores en el centro, que entonces eran dos: San Roque y Miguel Servet. Justo antes de unirse los dos centros fue cuando empezaron a entrar alumnos de 1º y 2º de la ESO, que antes estaban en los colegios… Y se juntó un poco todo: los chavales de los primeros cursos de la ESO, la población inmigrante que acababa de llegar, mucha población de etnia gitana… Y los mismos problemas de convivencia que podían existir en el barrio se producían también en el centro. Entonces la directora en aquella época, Catalina, se puso en contacto con la asociación para ver si, voluntariamente, alguno de los chicos que estábamos por las tardes podíamos ir por las mañanas a echar una mano, sobre todo en los recreos y en las salidas, que era cuando más conflictos había. Se decidió enviar a tres personas: Carlos, un chico de etnia gitana; Fernando, que era entrenador de baloncesto y fútbol y tenía mucho contacto con la gente del barrio; y yo. Al principio todavía no hacíamos talleres, eso fue después; solo veníamos a controlar un poco en los recreos y las salidas”.
“Claro, era el momento en el que 1º y 2º de ESO se integran en los institutos”, corrobora Elena, “eran muchos grupos de alumnos, y además la diferencia de edad... Los institutos no estaban preparados para asumir esa población, no tenían experiencia para trabajar con ellos; y ellos venían de los colegios, donde estaban muy controlados, con clases con pocos alumnos y un solo profesor… y de pronto llegaban aquí. Fueron unos años muy complicados”. Antonio destaca la importancia de que los mediadores sean del barrio: “los jóvenes que yo entonces entrenaba al fútbol y al baloncesto son los padres de los chavales que ahora vienen al instituto… Y ya entonces funcionó porque éramos gente del barrio y nos conocíamos”. Yolanda García, otra de las mediadoras, desarrolla esta idea: “los conoces, sabes dónde paran, con qué gente se mueven, con qué gente no se tienen que mover… Es un poco cuidar de ellos y hacerles ver que el instituto es el sitio donde mejor pueden estar”.
Un paso adelante
Pronto comenzaron a notarse los efectos de la iniciativa: en relativamente poco tiempo, los conflictos fueron cesando hasta ser casi anecdóticos. Eso permitió avanzar un paso más. Antonio lo explica: “el centro empezó a organizar una serie de grupos que pudieran estar con nosotros a una hora determinada, y ahí es cuando comenzamos a hacer los talleres”, que se plantearon para “niños a los que les costaba integrarse en clase”, apunta Elena. Así, estos “mediadores” llevan a cabo actualmente dos “líneas de trabajo”. Por un lado la que se realiza con todos los alumnos. Ahí su cometido es estar pendientes de que todo marcha bien: “ver si en los recreos hay niños que no juegan y por qué, intentar integrarlos en los juegos de los demás, organizar actividades grupales: la práctica de algún deporte, baile, talleres como el de radio… En las salidas, controlar un poco que no haya problemas, o si dos alumnos no se están llevando muy bien, ver qué ocurre antes de que haya una pelea…”. Y después hay un trabajo que hacen específicamente con los grupos de alumnos “que tienen más problemas de aprendizaje e integración en la clase, los que no aguantan seis horas sentados recibiendo materia. Éste es un grupo muy pequeño de alumnos, con los que se realizan talleres de tipo diverso”.
Yolanda nos cuenta cómo: “Es posible aprender de otras formas: por ejemplo, les sacas al huerto y, para mostrarles el crecimiento de una planta, les explicamos cómo crece, y ya de paso cómo hay que plantarla, qué es el efecto invernadero… Podemos hacerlo con un montón de actividades: hace un rato estaban decorando una pared, y les estaba explicando a través de la pintura los colores fríos y calientes. También hacemos talleres de reciclaje, de teatro, y todo lo que nos ocurra que pueda servir para que se acerquen a los distintos conocimientos”. Los chavales, claro, están encantados… y aquí podría surgir la duda de si, siendo la actividad tan atractiva, podría algún alumno provocar su inclusión en la misma. Yolanda lo niega categóricamente: “si el niño se porta mal, no se le baja. Para acceder a esta actividad no tiene que haber amonestaciones en toda la semana”.
Elena tiene clarísima la importancia de la iniciativa: “para mí es un programa fundamental en el instituto”, por eso pide que se potencie. Los tres primeros años, cuando se limitaba a los recreos y las salidas, se realizó de forma voluntaria. Luego fue asumida por la Administración, con la ventaja de poderse ampliar, pero también con la desventaja de estar sometida a vaivenes. En ese sentido, nos dice: “Lo que necesitamos es que les contraten y que estén aquí… Este año se ha doblado, y los tenemos mañana y tarde, todo un lujo, pero no siempre es así… Tienen una situación laboral muy precaria, lo que les perjudica a ellos y a nosotros”. “Necesitamos que estén contratados, que los programas se mantengan y que lo hagan con las mismas personas”, resume la directora.