HABLANDO DE URBANISMO. Tierra de nadie, beneficio de uno

Si paseando se adentra en los jardines frente a la Biblioteca Luis Rosales, cuidado: podría desorientarse al llegar a la plaza que hay justo en medio. Y no busquen en Google Maps. Para esta aplicación (y cualquier otra de localización geográfica) estarán en medio de una parcela sin nombre, en una suerte de “vacío urbano”.

¿Y a qué se debe? El plan urbanístico vigente establecía que en esa parcela entre las calles Aguacate y Antonia Rodríguez Sacristán el promotor urbanístico cediera una importante zona verde, además de una nueva calle. Así se ha hecho, y actualmente esa zona verde ha pasado a ser una plaza bordeada de jardines y caminos peatonales. Estos caminos conectan transversalmente dichas calles con la recuperada plaza 6 de Diciembre, completando la red de movilidad peatonal del casco histórico de Carabanchel Alto. Así, es posible recorrer a pie, sin prácticamente interrupciones, desde la biblioteca hasta la estación de metro. Espléndido.

Bordeando estas travesías y limitando las parcelas privadas para viviendas, están los jardines y, en el centro, como dijimos, una plaza con un área infantil y espacios para sentarse. También existe una parcela con un edificio en ruina total, que el plan establece como “edificio catalogado con grado integral que deberá reconstruirse”. Pero de esto hablaremos en otro momento.

Ya puestos, sepan que las obras se terminaron hace más de dos años y que este espacio es utilizable por la vecindad desde hace uno, siendo ya un rincón apreciado por paseantes, familias y grupos. Y, sin embargo, sigue sin constar oficialmente. Parece como si la creación de nuevos espacios públicos en áreas históricas esté prohibida. Debemos dar gracias al plan por haberlos excluido del aprovechamiento privado.

Pero esta situación podría revertirse. No sería la primera vez que se condicionara o se cediera el usufructo de un espacio público a intereses privados. En este caso, los futuros edificios de viviendas que rodearán la plaza no disponen de zonas ajardinadas propias en planta baja y las fachadas de las flamantes nuevas viviendas (a 4.500 euros el metro cuadrado de venta) se abren directamente a estos espacios. Y esta situación, para la nueva vecindad de alto poder adquisitivo, distará mucho de ser la ideal. Así que lo primero que posiblemente harán será quejarse de la incomodidad de perder su privacidad. Y lo segundo, reclamar su cierre al uso público, por eso de la seguridad.

Así que… ¿por qué no nos adelantamos a este posible futuro y terminamos de rematar la faena? Opciones para buscarle un nombre en el propio Carabanchel hay muchas, sin necesidad de recurrir al repertorio frutal que han empleado para denominar las calles. Como cualquier espacio público, pasado, presente y futuro, se merece un nombre propio, bueno o menos bueno, que permita identificarlo y entrar a formar parte de la futura historia urbana.

Y que sea cuanto antes, por favor. No vaya a ser que con la política urbanística imperante en Madrid se cumpla eso de “tierra de nadie, beneficio de uno”.

Si quieres que comentemos sobre algún hecho urbanístico que te afecta, escribe a pupu2129@yahoo.es, a la atención de nuestra columna.


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