Las vitaminas son sustancias que el cuerpo necesita para crecer y funcionar de forma natural. En los últimos tiempos se oye mucho hablar de la vitamina D, también llamada “la vitamina del sol”. Esta vitamina ayuda al cuerpo a absorber el calcio y el fósforo, que son fundamentales para que se construyan los huesos. La deficiencia de vitamina D puede causar osteoporosis y raquitismo, por lo que es muy importante mantener su cantidad en el cuerpo en los niveles adecuados.
El proceso de la creación de la vitamina D puede explicarse de manera rápida y sencilla a partir de una molécula de colesterol (sí, de grasa) circulando justo por debajo de nuestra piel y que, al interactuar con la luz solar, se altera formando una nueva molécula, conocida como colecalciferol o vitamina D. El 80% de esta vitamina la generamos los humanos a través de un proceso tan simple como es tomar el sol; el otro 20% procede generalmente de la alimentación adecuada con productos que la contengan.
¿Moda o realidad?
De un tiempo a esta parte parece que existiese una “epidemia” de deficiencia de esta vitamina a nivel mundial, incluso en nuestro país, uno de los que gozan paradójicamente de muchas horas de luz solar. Aunque es cierto que nuestros hábitos han cambiado (tomamos menos el sol y nos alimentamos peor), existe mucha controversia al respecto. Los expertos se inclinan a pensar que es probable que se esté diagnosticando en exceso este déficit, y se están replanteando los límites de lo que se consideraun nivel bajo de vitamina D y lo que no.
Cada vez se solicita más esta prueba a personas sanas sin ningún factor de riesgo, y es probable que no lo necesiten. Con unos buenos hábitos, la mayoría de las personas tienen la vitamina D necesaria y no necesitan ningún fármaco para suplementarla.
Pero, ¿qué hacemos para no tomar suficiente sol? Untamos a los niños con crema protectora, los tapamos con sombrillas, nos cubrimos con sombreros… En general ofrecemos poco el rostro y el cuerpo al astro rey. Tenemos obsesión con la protección, y la confundimos con ocultación.
El sol no es perjudicial si lo tomamos según las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. Según ésta, en los países del hemisferio norte, una exposición solar corporal de 10 a 15 minutos diarios tres veces por semana sería suficiente. ¿Realmente lo hacemos?
Una excesiva exposición a la luz solar puede resultar tan perjudicial como una exposición insuficiente. La clave se encuentra en exponernos al sol gradualmente y con moderación (el cuerpo nos indica que la exposición al sol ha sido suficiente cuando la piel comienza a enrojecer). Además, la luz solar controla el reloj interno del cuerpo regulando el ciclo circadiano de 24 horas de luz y oscuridad. Por tanto, una falta de exposición a la luz solar durante el día puede acarrear problemas de insomnio o falta de descanso nocturno.
Las ‘otras’ fuentes de la vitamina D
Ahora bien, el problema no está solo en el sol: del 10 al 20% de
la vitamina D que necesitamos nos llega de los alimentos. La moda de lo “light” está propiciando dietas pobres en grasas animales, que no son necesariamente malas. No debemos confundir la prevención de excesos con la erradicación total de los componentes de la dieta. La grasa de la leche, la mantequilla, los quesos grasos o la yema de huevo, que mucha gente elimina “para no engordar”, son un aporte importante de vitamina D, al igual que los pescados grasos como el salmón o la sardina.
Además, la mala flora intestinal no ayuda. Según estudios una flora intestinal empobrecida por malos hábitos alimentarios, con carencia de nutrientes esenciales, es incapaz de controlar los excesos de un sistema inmunitario que consume grandes cantidades de vitamina D.
Por otra parte, obtener demasiada vitamina D (fenómeno conocido como “toxicidad por vitamina D”) puede ser perjudicial. Los signos de toxicidad incluyen náuseas, vómitos, falta de apetito, estreñimiento, debilidad y pérdida de peso. También puede dañar los riñones y elevar el nivel de calcio en la sangre, lo cual puede causar confusión, desorientación y problemas del ritmo cardíaco.
La mayoría de los casos de toxicidad ocurren cuando alguien toma demasiados suplementos de esta vitamina. El exceso de exposición al sol no causa intoxicación por vitamina D porque el cuerpo limita la cantidad que produce.