El síndrome postvacacional

El llamado “síndrome postvacacional” se puede definir como el sentimiento de malestar que se origina con la vuelta al trabajo después de las vacaciones. Es altamente conocido hoy día y es muy frecuente que se nombre en las noticias y medios de comunicación en los meses posteriores al verano.

El síndrome postvacacional es una entidad a la que se le está dando cada vez una mayor importancia, aunque no está aceptada como enfermedad en las principales clasificaciones internacionales. Hace unos años, prácticamente era desconocida su existencia, lo cual no quiere decir que no hubiera personas que lo estuvieran padeciendo.

Es un proceso de adaptación necesario cuando se entra de nuevo en contacto con la vida activa. Cuando ese proceso de adaptación fracasa, entonces se generan una serie de molestias, pero que no pueden catalogarse como enfermedad. Por otro lado, hay autores que defienden la definición de este proceso como una enfermedad. Debe considerarse como tal si se tiene en cuenta que enfermedad es cualquier problema que afecta a nuestra esfera de bienestar. Este bienestar no incluye el aspecto solamente físico, sino que también abarca el emocional, social, etcétera.

Quizás no se deba hablar de síndrome postvacacional, sino más bien de vuelta a una rutina que genera malestar real por las malas condiciones laborales, falta de conciliación familiar o precarización laboral, que provocan a su vez la aparición de síntomas que, si se analizan bien, enmascaran depresión y ansiedad.

Características del síndrome postvacacional

El conjunto de síntomas que puede padecer un trabajador al reincorporarse a su puesto de trabajo consisten, principalmente, en: cansancio generalizado, dolor muscular y alteraciones del sueño y del apetito. Además de ir acompañado de falta de motivación, tristeza e irritabilidad. Suele durar de 2 a 3 días a un máximo de 21 días hasta que la persona se vuelve adaptar a su nueva realidad. Cuando el malestar persiste en el tiempo puede generar trastornos de ansiedad  y/o depresión. Diferentes estudios señalan que entre un 25 y un 30% de los trabajadores van a padecer este síndrome postvacacional.

Desde nuestro punto de vista este problema solo existe si lo pensamos y lo seguimos difundiendo y hablando cada vez que volvemos al trabajo después de las vacaciones. Las palabras crean realidades, así que deberíamos ir con cuidado en querer asignar como enfermedad los naturales procesos adaptativos.

Consejos para conseguir una vuelta al trabajo más llevadera

  • Regresar unos días antes al lugar de residencia habitual. Apurar los días de vacaciones hasta el último día puede ser muy atractivo, pero también podría hacer más pesado y difícil el regreso al mundo laboral.
  • Normalizar el horario de manera progresiva. Cuando estamos de vacaciones uno de los mayores placeres es poder dormir más. Volver al trabajo implica cumplir horarios. Por ello, es aconsejable regularlo unos días antes de volver al trabajo.
  • Recuperar los hábitos alimentarios y el ejercicio físico de manera paulatina. Volver a la normalidad lo antes posible es lo ideal, pero recuerda no forzarte. Date el tiempo necesario para recuperar los hábitos y así disfrutar de sus beneficios. Piensa que según W. James se necesitan 21 días para instalar un hábito (aunque ese tiempo depende de la motivación, de la persona y de otros aspectos). Así que piensa que de nuevo necesitarás un tiempo para deshabituarte y de nuevo habituarte.
  • Planificar objetivos realistas y empezar por el más pequeño. Sobrecargarte a la vuelta del trabajo planificando un montón de retos y objetivos de golpe solo aumentaría la sensación de descontrol y podría llevarte al bloqueo. Recuerda marcar objetivos formulados siempre en positivo. Un pequeño cambio es la mejor manera de generar el cambio.
  • Regularizar tu agenda laboral priorizando lo más inmediato. Saber organizarse siempre es necesario, y a la vuelta de las vacaciones más que nunca. En caso de no poder finalizar las tareas pendientes te recomendamos anotarlas en una lista y así realizarlas en cuanto te sea posible. De este modo, evitarás que dándole vueltas en tu cabeza te roben la energía y te hagan sentir más agotado.
  • Aprovechar y disfrutar cualquier momento libre que tengamos por pequeño que sea. Los pequeños placeres pueden ser de gran ayuda para hacer más amena la obligación del mundo laboral. Un buen plan podría ser quedar el primer día con los compañeros de trabajo para hacer una pausa y conversar sobre los días pasados.

Consejos para combatir los síntomas

  • Dormir al menos ocho horas o lo suficiente para descansar y reponer energías.
  • Desconectar una vez se abandona el lugar de trabajo. Llevarse el trabajo a casa implica no romper con la rutina laboral, aumentando por tanto el sentimiento de cansancio.
  • Organizar el tiempo, de manera que el día se divida en horas de trabajo, de descanso y de ocio, aspecto que se suele descuidar con frecuencia, alegando normalmente falta de tiempo, cuando bien puede ser falta de prioridad.
  • Programar las actividades a realizar: más vale bien y con calma que mucho y con ansiedad. Ser objetivos es importante, y no sobrecargarse de trabajo que al final resulta imposible de acabar (aumentando la ansiedad) también.
  • Aprovechar la comida para desconectar, socializar y saborear. Ingerir alimentos con prisa y sin apenas saborear también aumenta la ansiedad.
  • Pedir ayuda si te sientes sobrepasado. Somos seres sociales, no tienes que cargar con todo solo.
  • Practicar deporte. El ejercicio físico aumenta la sensación de bienestar a través de la liberación de diversos neurotransmisores encargados del correcto funcionamiento neuronal, así como favorece la atención plena. También ayuda a prevenir, y a mejorar en caso de que existieran, los síntomas ansiosos y depresivos.

Cuando se entiende que la salud mental es prioritaria, el tiempo aparece.

Consejos de psicología estratégica

  • Aceptar las emociones que nos toca vivir. Aunque no nos guste sentir melancolía, tristeza, angustia o rabia, éstas son una respuesta funcional de nuestro organismo a los cambios. Permitirse llorar no hará que cambien tus obligaciones, pero sí te hará vivirlo de una manera más serena. O, por ejemplo, escribir en un papel la rabia que sientes por lo que te ocurre y a continuación destruirlo en mil pedazos te ayudará a canalizarla.
  • Permítete no llegar a hacerlo todo aceptando imprevistos, así como cometer errores. 
  • Cada día elige por la mañana qué pequeña cosa afrontarás como si te sintieras muy seguro de que todo va a salir bien.
  • Dedícate un espacio cada mañana para prever por escrito lo horrible que será la vuelta al trabajo y lo angustioso que puede llegar a ser.

Esperamos que estas recomendaciones sean de ayuda. Ahora, recuerda que si todos estos síntomas descritos persisten debes consultar a tu médico o a un psicólogo.

Bibliografía


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