Manifiesto de la Federación de Asociaciones de Mujeres Gitanas FAKALI con motivo de la conmemoración del 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer.
No descubrimos nada nuevo cuando desde la Federación de Asociaciones de Mujeres Gitanas FAKALI exclamamos que las mujeres gitanas nos topamos con muros de hormigón en vez de con techos de cristal. Llevamos décadas denunciando la las aulas, los trabajos… o en la cocina de la vecina. Allá donde estemos. Demostramos de sobra nuestras capacidades, fuerzas y estrategias. Sin embargo, siempre nos encontramos con un contraargumento. El antigitanismo de género intenta hacernos dudar de nuestra valía. Nos llaman vagas y ladronas: les mostramos nuestro título universitario. Nos llaman machistas: les enseñamos nuestras redes sororas de apoyo. Ante la evidencia solo recibimos un simple contraargumento: “sois la excepción”.
Nos sentimos constantemente en la primera línea de batalla ante un antigitanismo que nos empuja a justificar asiduamente nuestra existencia y nuestro empoderamiento como mujeres. Llevamos décadas poniendo en valor, con poco apoyo y reconocimiento, al feminismo romaní. Y no como un simple movimiento, sino como una forma de existir y convivir, llevando los valores gitanos a la digna lucha feminista.
Sofía Kovalévskaya, la primera mujer profesora de universidad de Matemáticas en Europa, no era una excepción. Alfreda Noncia Markowska, que salvó a unos cincuenta niños judíos y gitanos de la muerte en el Holocausto, no era una excepción. Pastora Imperio, que tuvo el coraje de divorciarse pese al miedo a perder la custodia de su hija y poner en jaque su propia carrera en una época en la que una figura pública y mujer iba a ser el centro de todas las críticas, no era una excepción. Demasiadas “excepciones” para una múltiple realidad que está impregnada en el ADN de las mujeres gitanas: la de resistencia, la de empoderamiento, la de resiliencia.
Conceptos que parecen nuevos a la luz de la cuarta ola del feminismo, pero que las manos de las mujeres gitanas llevan amasando desde hace siglos. Aquellas personas que desconocen que existe un feminismo kalí, y que es mucho más que centenario, ignoran las redes de sororidad de las mujeres gitanas mucho antes de que la palabra “feminismo” estuviera en boca de todo el mundo. Desde la historia de las cigarreras, el primer movimiento sindical femenino que estableció unas bases para la conciliación personal y laboral, liderado por mujeres gitanas, hasta los grupos de WhatsApp de vecinas y amigas que se agrupan en los barrios para empoderarse mutuamente.
Además del fomento de las redes de apoyo y los valores comunitarios, las mujeres gitanas tenemos mucho que aportar al tejido académico, político y activista del feminismo. Por ejemplo, llevamos décadas puliendo el enfoque de cuidados y autocuidado, base del movimiento feminista contemporáneo. Entendemos que el feminismo no solo propone un cambio entre los roles de género, sino una transformación sistémica y estructural. Y para ello es indispensable darle la vuelta al tejido social: poner los cuidados y el apoyo mutuos en el centro. Desde este enfoque también es primordial incluir el fomento de la diversidad, algo que las mujeres gitanas llevamos por bandera desde nuestros inicios. Las mujeres gitanas somos diversas. Y el feminismo también. En él cabemos todas las mujeres que nos empeñamos cueste lo que cueste en eliminar los obstáculos que impiden desarrollar nuestros proyectos de vida.
Que se callen los sabios.
A veces soy los siete cirios del candelabro,
alumbrando mis adentros a ver si doy con algo:
un fuego fatuo que me eleve, un nuevo peldaño.
Cuando miro los libros de los sabios, y los cuadros
de los sabios y el cine de los sabios, las que son como yo
soy por dentro, les leen la fortuna en las manos.
Sería pitonisa de la suerte de los hombres, según los sabios.
Sucia, salvaje y analfabeta, según los sabios.
Un burdo recurso literario de las novelas de los sabios.
Pero soy mujer homérica y virgiliana, poeta
gitana y órfica; oceánide shakesperiana coronada en un estanque.
Si fuera analfabeta, igual de digna fuera, mucho más que los sabios.
A veces soy la siete mechas de la lucerna,
ardiendo en el sepulcro para mostrarme la nueva senda:
en las paredes de mi templo dejo escritas estas duquelas.
(Noelia Cortés)
Somos Gitanas Visibles y, por tanto, ¡Gitanas Invencibles!
¡Opré romnja!
¡Adelante las mujeres gitanas!