El retroceso de los glaciares

Este verano hicimos una escapada en familia volviendo a un lugar maravilloso que visité con mi pareja hace 31 años, el glaciar de Chamonix, “El Mar de Hielo”, en los Alpes franceses. Aunque sigue siendo un lugar maravilloso, salí con un regusto amargo, pues el retroceso era visible para mi memoria, 31 años atrás. En breve quedará un lago de alta montaña, y se acabó.

Busqué información de otro glaciar cercano, el glaciar del Ródano, en el que nace el río que lleva su nombre y que alimenta el lago Lemán en Ginebra (Suiza). Mi angustia fue en aumento, pues el retroceso ha sido casi mayor, desapareciendo su grandiosa cascada.


 

¿Qué hacer? Las noticias sobre la ralentización de la corriente atlántica que nos llega auguran unos inviernos más fríos en Europa, incluso aventuran una glaciación y a la vez una desertización de la Península Ibérica. Visto lo visto te entran ganas de hacer aquello de “Para lo que me queda en el convento, me… dentro”, pero no: eso es lo que llevamos haciendo desde que comenzó nuestra existencia, arrasando todo a nuestro paso. Seguro que en Chamonix hace 31 años había menos construcciones; de hecho, ahora había grúas y varias ofertas de venta de nuevos apartamentos. ¿Por qué no dejarlos y proteger más espacios naturales?

Hay que limitar la cementación de la naturaleza, su invasión, y acabar con la especulación urbanística. Con una casa para vivir nos vale, y luego a visitar espacios naturales, pero sin invadirlos, renaturalizar todo lo que podamos, y si aun así no logramos revertir el cambio climático, que no sea por no haberlo intentado.

Nuestros bosques, nuestros océanos, nuestros glaciares… todo está sufriendo y dependemos de ellos, de los espacios naturales. Si queremos un futuro tenemos que colaborar para que funcione; no es solo dejarlo en manos de nuestros políticos: debemos exigirles y también debemos actuar en nuestro día a día por conseguirlo.



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