- No me felicitéis hoy si lo hacéis como mujer trabajadora (empleada) porque estaréis defendiendo un sistema que me esclaviza… y nos esclaviza.
- No me felicitéis por ser mujer si lo hacéis desde la diferencia que nos aleja.
- Trabajemos juntas (todas las personas[1]) para liberarnos de estas lacras.
Me felicitas como TRABAJADORA pero no lo hagas, porque utilizas una palabra prostituida. En realidad, quieres decir ‘empleada’.
Te recuerdo que tú y yo trabajamos desde el momento en que nacimos a este mundo; empujamos ya para salir y hemos seguido haciéndolo todas las horas de cada día desde entonces.
Trabajamos en cada actividad que realizamos: en cada aprendizaje, en cada acto cotidiano, cada vez que damos de comer a otro, en cada uno de los momentos compartidos, en todo acto de solidaridad, en cada creación, en cada avance al servicio de la humanidad entera, en cada verso que escribimos… Trabajamos en el sueño cuando el cuerpo descansa o la conciencia ordena lo vivido… Trabajamos, incluso, cuando nos es regalado un momento de inspiración o una respuesta a las grandes preguntas… siempre trabajamos.
Y como EMPLEADA, no me felicites tampoco porque -con ello- estás defendiendo un sistema que me esclaviza y te esclaviza.
Agradezco a todas las generaciones y a las personas más osadas que nos precedieron porque entre todas lograron que hoy vivamos un momento, en el que los avances materiales podrían permitir que la humanidad entera viviera en condiciones materiales dignas, sin necesidad de empleos esclavizantes.
Así es que mejor, entonces, trabaja conmigo para que todos estos avances sean puestos al servicio de la humanidad y nos liberemos de esta lacra. No colabores haciendo tuya esa esclavitud. Levantemos la voz para que se imponga la justicia social y la redistribución de la riqueza, a través de una renta básica incondicional como paso intermedio hasta que, lo que es de TODAS vuelva a TODAS.
Me felicitas también por haber nacido MUJER. Espero que eso signifique que te has reconciliado con lo femenino que llevas dentro, seas del sexo que seas.
Recuerda que de muy pequeñas no nos sentíamos diferentes tú y yo, excepto en esas características específicas del cuerpo que permiten que, complementándonos en ciertos aspectos, podamos generar otra vidas.
¿Por qué nos desconectamos de nuestra esencia para dejarnos llevar por los envenenadores de la vida? No tengo respuesta para ello, pero sí sé cuál es el camino que puede liberarnos.
Me escribes y siempre me hablas de mujeres que se levantaron frente a todo tipo de opresión como referencia a tener en cuenta. Se lo agradezco a ellas y te lo agradezco a ti, pero no me hagas volver siempre hacia el pasado como si no existieran otros tiempos. Mira a las osadas humanistas, en el más amplio sentido de la palabra, que desarrollan cualquier tipo de actividad desde lo material a lo espiritual, pasando por el compromiso social cuidando siempre de otras.
Te propongo que mires conmigo hacia el futuro y alimentemos un nuevo mito que sobrepase el “parirás con dolor” o “ganarás el pan con el sudor de tu frente”.
Dejemos de buscar culpables ahora o en la historia. Reconciliémonos con nosotras mismas y con las demás y construyamos un mundo a la medida del Ser que anida en cada una de nosotras y que espera a salir liberado. Alimentemos un nuevo mito que hable de relaciones horizontales, inclusivas, solidarias, noviolentas… desde las cuales podamos sentir que todas… somos UNA.
[1] Hacemos uso del femenino para referirnos a todos los seres humanos, aprovechando el vocablo PERSONAS
Gabriela Amaya