Carabanchel vive esta semana sus días grandes. Las fiestas de San Isidro invaden la pradera y con ellas, miles de personas que se acercan para vivir en primera persona una de las festividades más tradicionales de Madrid. Aunque los días más importantes se vivirán a partir de este viernes, cabe recordar que las actividades se suceden en el Parque de San Isidro desde el pasado viernes, 6 de mayo. Pero, ¿por qué celebramos en nuestro distrito esta típica romería?
Como habréis leído en más de una ocasión, San Isidro tiene especial relación con el antiguo pueblo de Carabanchel. Y no hablo ni del de Arriba ni del de Abajo, sino del pueblo original de Carabanchel, un minúsculo grupo de casas que se asentaba alrededor de un templo que se situaba donde hoy se encuentra la ermita de Santa María la Antigua que, como sabéis, data del siglo XIII, si bien en ese momento estaba dedicada a La Magdalena. Y es que Isidro, el más famoso labrador de estas tierras, vivió entre los siglos XI y XII de nuestra era. Es más, según el Códice de Juan Diácono o Códice de San Isidro, publicación más antigua en referencia al santo y escrita a finales del siglo XIII, Isidro nació en 1082, en plena época de la Conquista castellana, y murió en 1172, una vez que Mayrit (el Madrid árabe) y Carabanchel habían vuelto ya a la corona de Castilla.
Quienes hayan hecho la visita guiada por el Carabanchel más histórico, habrán escuchado ya parte de la historia (leyenda) que ahora voy a relatar. En primer lugar, se ha repetido hasta la saciedad que Isidro trabajó para Iván (o Juan) de Vargas. Este caballero medieval fue, sin duda, uno de los hidalgos más destacados del siglo XI. De hecho, participó activamente en la conquista de Madrid del año 1082 junto al rey Alfonso VI. Por tanto, podemos afirmar que Isidro e Iván de Vargas fueron coetáneos, si bien el primero sería mucho más joven que el segundo; podrían llevarse en torno a 50 años de diferencia.
Pero, ¿trabajó entonces Isidro para Iván de Vargas?
Difícil saberlo. Hay historiadores que así lo afirman, mientras que otros aseguran que esto no fue más que una “inventiva” de la familia Vargas para ganar prestigio e influencia una vez canonizaron al labrador. Pero como no soy experto en estas lides, no entraré en el tema. Que cada cual intuya lo que considere.
El caso es que gracias a ese libro de Juan Diácono sabemos que Isidro habitó estas tierras. Y, en concreto, fue en esa ‘Zona 0’, donde hasta no hace mucho se asentaba la cárcel y antes que ella asentamientos romanos y árabes se sucedieron hasta la conquista castellana. Además, allí se dieron dos de los milagros originales del santo, es decir, aquellos que según Juan Diácono, Isidro realizó en vida. El más conocido de ellos, tal y como se recoge en la placa de la torre de la ermita de La Antigua, es el del lobo. Y es que cuenta la leyenda que mientras rezaba un día en aquel templo primigenio, unos niños le avisaron de que un lobo estaba amenazando a su burro. Isidro siguió rezando y dijo a los niños que no se preocuparan, que se haría la voluntad del Señor. El caso es que cuando Isidro salió, el burro estaba paciendo tan campante, mientras que el lobo yacía sin vida.
Hay otro de estos milagros originales que tiene mucho que ver con otros similares descritos en la Biblia. Se trata, en concreto, de la multiplicación de los panes. El Códice afirma que se dio también en la pequeña aldea de Carabanchel. Aseguran estas crónicas que un día que había una pequeña celebración, Isidro llegó al pueblo con varias personas harapientas, provenientes de los arrabales de Madrid; esto es, de la ladera del río Guadarrama (hoy Manzanares), en lo que hoy podría equivaler a la zona de Marqués de Vadillo. Obviamente, cuando sus paisanos lo vieron llegar con tanta compañía se compadecieron porque no había comida suficiente para todos, por eso Isidro se encargó de multiplicar el contenido de la olla.
La tradición popular asegura que lo que se celebraba aquel día era una comida de hermandad de la Cofradía del Apóstol Santiago de Carabanchel. No sería extraño, puesto que Santiago fue la enseña de la Conquista castellana. Sin embargo, lo que sí afirma el Códice es que después del milagro, Isidro se acercó a la antigua ermita carabanchelera para dar gracias divinas.
¿Qué más nos cuente este Códice?
Que Isidro había nacido en una familia mozárabe, es decir, una familia cristiana que se quedó en tierras musulmanas. Hay quien afirma, por contra, que Isidro fue morisco: un musulmán convertido al cristianismo. También señala este libro sagrado que Isidro se casó con María Toribio, natural de Uceda (Guadalajara); y que tuvieron un hijo. Pero ni siquiera da su nombre, de ahí que Illán no sea más más que otra de las leyendas populares que han llegado a nuestros días. Y sí, como habréis adivinado, María Toribio sería, a la postre, Santa María de la Cabeza.
Continúa relatando el libro de Juan Diácono que cuando Isidro muere, es enterrado en el cementerio de San Andrés, situado junto a la parroquia de dicho nombre, que se encuentra en el actual barrio de La Latina. Eso ocurrió en 1172. Relatan las crónicas que 30 años más tarde, en 1202, unas fuertes lluvias torrenciales desbordan el Manzanares y, con él, un arroyo que pasaba junto a ese cementerio, que lo destroza. Infinidad de cuerpos salieron a la luz, incluido el de Isidro, que apareció incorrupto.
Como era de esperar, tras este magnífico milagro, el cuerpo de Isidro se introdujo en un arca de madera y se colocó en el altar de la parroquia de San Andrés. Comenzaron entonces unos años repletos de milagros, en los que Isidro fue multiplicando poco a poco sus proezas. De hecho, de aquellos cinco milagros originales, ha pasado a los 438 que tiene en la actualidad.
Pero sin duda, el milagro más conocido de Isidro es el que tiene que ver con el pozo situado en la casa de Iván de Vargas, su señor. Esta casa acoge actualmente al Museo de los Orígenes o Museo de San Isidro y está situada junto a la parroquia de San Andrés. (Abro paréntesis: Este museo, que es gratuito, es realmente interesante, pues, entre muchas otras piezas, se encuentra el Mosaico de las Cuatro Estaciones, de origen romano, y que apareció en la antigua Quinta de Miranda, la que heredaron los padres de Eugenia de Montijo).
Volviendo al milagro del pozo, me refiero obviamente al de la salvación de su hijo, que había tropezado y caído dentro. Ese no se recoge en el libro de Juan Diácono, sino que emana de otras fuentes ya desaparecidas y recogido así por la tradición oral. Lo que sí sabemos por este libro es que Isidro era un poco zahorí, es decir, tenía la capacidad de localizar agua y abrir pozos. Quizá de ahí la protección que le brindaba Iván de Vargas, hasta el punto de justificar que pasara la mayor parte del tiempo visitando iglesias en vez de trabajando la tierra, alegando que los ángeles eran quienes milagrosamente conducían sus bueyes y arados.
Descubiertos o no por Isidro, lo que sí está demostrado es que hay varios pozos datados en esa época y que todavía hoy se conservan. Y, de nuevo, dos de ellos se encuentran en Carabanchel. Uno, el pozo que hay dentro de la ermita de La Antigua; el otro, un nacimiento de agua que Isidro hizo brotar en los terrenos de Iván de Vargas para calmar la sed de su señor en un caluroso día.
¿Dónde está hoy ese segundo pozo?
Tenemos que viajar hasta el año 1528. La emperatriz Isabel I de Portugal, que estaba casada con el emperador Carlos I de España y V de Alemania, llega a Madrid. Lo hace con su hijo gravemente enfermo a causa de unas fiebres. Los madrileños aconsejan a la reina que dé de beber agua de ese pozo o manantial al recién nacido, aduciendo que había sido descubierto por Isidro. Fuera por lo que fuese, el pequeño sanó, convirtiéndose años más tarde en el rey Felipe II. En agradecimiento, Isabel I de Portugal ordenó levantar una fuente y una ermita en el lugar donde se encontraba el manantial donde se había obrado el milagro. Como podéis suponer, tal y como se describe además en el acceso a su atrio, se trata de la ermita de San Isidro, la más visitada de Madrid en estos días.
Aun así, de aquel templo primigenio no queda nada, pues parece ser que la ermita sufrió graves daños en la Guerra de Sucesión, a principios del siglo XVIII. Por ello, fue reconstruida con su forma actual en 1725. Asimismo, fue incendiada en la guerra civil y sus retablos sufrieron importantes daños, remodelada posteriormente con el empleo de altares neobarrocos en su interior.
La canonización
Pero, ¿cuándo se proclamó por fin santo y patrón de Madrid a Isidro? Hubo que esperar, y mucho. Como decía, en 1202, Isidro emergió incorrupto de la tierra y fue colocado en un arca de madera en el altar de la parroquia de San Andrés. Ese arca, de principios del siglo XIII, se encuentra hoy en la Catedral de la Almudena.
En ese lugar estuvo Isidro hasta que en 1518, el Papa León X concedió su custodia a la familia Vargas. Pero quien de verdad incitó a su canonización fue Felipe II, que tras convertirse en rey decidió llevar la capital a Madrid. Fue el 8 de mayo de 1561. En ese momento, el monarca se percató de que la capital no tenía un santo patrón y decidió otorgar dicho reconocimiento al buen labrador que había obrado el milagro de salvarle la vida cuando todavía era un niño. En 1593, pocos años antes de su muerte, Felipe II comienza el proceso de canonización, que no se concluiría hasta bien entrado el siglo XVII.
En concreto, el Papa Paulo V beatificó a Isidro el 15 de mayo de 1619, concediendo por tal motivo la festividad del santo en ese día, celebrándose de forma ininterrumpida desde 1620. Y ya, por fin, el pontífice Gregorio XV, el 12 de mayo de 1622, 420 años después de que apareciera su cuerpo incorrupto, canonizó al labrador para convertirlo en San Isidro. Las celebraciones por la canonización fueron muy importantes para la Villa de Madrid. Estas se llevaron a cabo en la Plaza Mayor, que se había levantado en 1617. Hubo cortejos, procesiones, altares, fuegos artificiales y arcos de triunfo. En la propia plaza se escenificó un combate medieval que consistía en la toma de un castillo y que a punto estuvo de acabar mal porque se decidió dar fuego al trampantojo y casi arde con él toda la recién inaugurada plaza.
Por tanto, en 2022, como ya habréis intuido, se celebran 400 años de la canonización, de ahí que haya tantos actos en referencia a la figura del santo. En ese momento de la canonización, los plateros de Madrid brindaron un nuevo arca al Santo donde hoy reposa y donde grabaron unos versos de Lope de Vega:
Esta urna sacra encierra
más cielo que tierra y fue
de un labrador cuya fe
labraba cielo su tierra.
Ya desde entonces se recoge la tradición de ir en romería hacia la ermita de San Isidro, situada en aquel entonces a las afueras de Madrid, y junto a la pradera que Goya inmortalizó en el cuadro de 1788 que hoy puede visitarse en el Museo del Prado.
Pero, ¿dónde reposa actualmente San Isidro?
Una vez canonizado, los Vargas decidieron levantar la Capilla del Obispo o de San Isidro contigua a la parroquia de San Andrés. Se inauguró en 1699 y allí reposó el cuerpo de Isidro hasta 1769, momento en que se trasladó a la iglesia del Colegio Imperial, desde entonces conocida como Colegiata de San Isidro. Este templo, catedral provisional de Madrid hasta 1993, se levantó en el siglo XVII, si bien también se incendió durante la guerra civil, por lo que fue posteriormente restaurada hasta concluir el templo que hoy conocemos.
Cabe destacar que los restos de la mujer de Isidro, María Toribio, reposan junto a él. La tradición afirma que Isidro y María se separaron de mutuo acuerdo para dedicarse con mayor ahínco a la vida contemplativa. Y que ella volvió a Torrelaguna, actualmente perteneciente a Uceda. Al morir, se cree que fue enterrada en la ermita de la Piedad, que hoy es privada y está en ruinas. En 1654, sus restos se llevaron a Madrid por orden de Felipe IV y desde el siglo XVIII, reposan también en la Colegiata de San Isidro.
El apelativo “de la Cabeza” se debe, precisamente, a que su principal reliquia fue parte de su cráneo, venerado durante varios siglos. Unos restos que, curiosamente, casi se venden en el Rastro en 1995.
Como anécdota, cabe destacar que Isidro sigue incorrupto, pero no está entero. Primero, porque en el siglo XIV, la reina Juana, esposa de Enrique II de Castilla, quiso que trasladaran hasta sus aposentos un brazo del santo. Al final, se arrepintió de tal solicitud y pidió que lo devolvieran, pero ya lo habían desprendido del cuerpo, por lo que lo tiene sujeto con una cinta.
Por último, en el siglo XV, Isabel la Católica se encontraba de visita en Madrid y decidió visitar el cuerpo incorrupto de este hombre milagroso, que aún no era santo. En el momento de besar los pies a Isidro, una doncella de la reina le arrancó el dedo pulgar con la boca para llevárselo como reliquia. La tradición oral asegura que cuando la comitiva real se disponía a abandonar Madrid, los caballos se encabritaron y se negaron a cruzar el río. Fue así como descubrieron a la ladrona, devolviendo el dedo a Isidro, que le colgaron del cuello, en una bolsita de piel. Casualmente hoy, esa bolsita… también ha desaparecido.
Foto: Pradera de San Isidro (1929). Biblioteca Digital Memoria de Madrid. Cedida por Gerardo Contreras.
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