Carabanchel: la memoria que no cesa, la identidad que no se pierde…
Carabanchel y los retos de un futuro que empieza hoy
ANTONIO J. ANTEQUERA
Carabanchel no es un barrio cualquiera dentro de Madrid. Carabanchel es por su historia y su propio devenir en el tiempo uno de los barrios con mayor identidad urbana de la ciudad de Madrid. Y es sin duda este valor intangible el más preciado tesoro que tiene este barrio. No obstante, muchos autores señalan el valor de la “identidad urbana” como uno de los factores indispensables para poder hablar de bienestar y calidad de vida ciudadana, y es que la identidad remite al arraigo, a la pertenencia, al sentirse vinculado a un lugar y sentirlo como propio, con lo que todo esto implica a efectos de preocuparse por mejorarlo, por sentirlo como un espacio vivido y no “prestado” o “accidental”; el relacionarse, en definitiva, con un espacio de una forma profunda y vivencial, y el luchar también por un espacio dentro de la ciudad.
Y es que este arraigo permite hablar de comunidades con un mayor nivel de colaboración y cooperación entre sus integrantes, que viene a desembocar en lo que los urbanistas de hoy denominan “comunidades resilientes”, esto es, comunidades con el empuje y fuerza suficiente como para salir airosas de los cambios operados en su entorno. En definitiva, de comunidades que saben sobreponerse contra viento y marea, y que saben reinventarse o salir reforzadas ante dichos cambios que, en otros casos, resultarían dramáticos.
Pues bien, en tiempos como los de hoy, barrios como Carabanchel, son los que tienen más que aportar y decir al proyecto comunitario de la ciudad que queremos; pues su fuerte identidad los convierte en referentes de vitalidad urbana.
Pero esta identidad no es un intangible, sino que se manifiesta de forma palpable y visible en la forma de percibir el espacio y sus elementos más singulares por los vecinos. De este modo, el patrimonio se convierte en una de sus principales señas o estandartes. Pocos barrios como Carabanchel, han defendido desde siempre y de forma tan apasionada su patrimonio histórico y aquel vinculado a su memoria colectiva y afectiva. Y lo que es más ilusionante: a este interés se incorporan nuevos vecinos llegados en los últimos años, que también sienten el barrio como suyo y quieren
participar de esa historia y de esa memoria colectiva, debido a esa vitalidad de barrio antes mencionada y que se caracteriza porque aglutina y no excluye.
Barrio vivo y dinámico
Y es que Carabanchel, tal y como nos muestra su historia, crea y re-crea constantemente su patrimonio y su memoria, como barrio vivo y dinámico que es. Repasar la historia de Carabanchel es constatar esta asombrosa cualidad, de creación constante que no cesa, de espacios patrimoniales que consolidan esa identidad.
Así, Carabanchel puede presumir de poseer los restos de un poblado romano y de albergar el edificio más antiguo de Madrid, la ermita mudéjar de la Virgen de la Antigua. Pero prosigamos, pues Carabanchel fue el “Versalles madrileño”, por la concentración y lujo de sus numerosas quintas y fincas de recreo de las élites madrileñas, algunas de las cuáles aún perviven como Vista Alegre. De ser el “Versalles madrileño” pasó a ser “el pequeño Vaticano” (Carabanchel nunca ha sido lugar de medias tintas), por la presencia de todas las congregaciones religiosas que pasaron a ocupar aquellos palacetes… muchos de los cuales (salesianos, escolapias, marianistas) son hoy colegios que, en breve, serán centenarios.
Carabanchel también fue lugar de innovaciones científicas, albergando el centro psiquiátrico más avanzado de España a finales del siglo XIX, el del doctor Esquerdo. Acogió también el primer centro para epilépticos de España, el actual Instituto San José. Asimismo, Carabanchel albergó el centro hospitalario más moderno y de referencia del Ejército, el Hospital Gómez-Ulla. Y esa vinculación con el Ejército propició la instalación del célebre aeródromo de Cuatro Vientos, cuna de la aviación española. Y es que el primer “puente aéreo” Madrid-Barcelona no partió de Barajas… sino de Carabanchel Alto, en 1927. Como de Carabanchel también despegaron vuelos legendarios que cruzaron sin escalas el Atlántico y el Mediterráneo. Sería este aeródromo de Carabanchel el lugar que pidió visitar expresamente Albert Einstein en su visita a España en 1923.
Pero Carabanchel tiene otros “hitos”, algo más discutibles, que también conforman su memoria y su identidad. Así, acogió el primer correccional de jóvenes en España (el antiguo Reformatorio Santa Rita); o la tristemente célebre cárcel, un lugar icónico que llegó a ser el complejo penitenciario más grande de Europa. Además, Carabanchel es el lugar que más cementerios históricos concentra de Madrid. Y por tener, hasta tiene un cementerio inglés.
Y podríamos seguir con otras realidades más lúdicas, como el fútbol, con el Real Club Deportivo Carabanchel, tercer equipo en antigüedad de la capital, solo por detrás del Real Madrid y del Atlético de Madrid. Carabanchel es también el barrio de Madrid fuera de la M-30 que más veces ha sido filmado en películas, e incluso cuenta con un festival propio de cine que refuerza esa vinculación tan especial. Y ha sido inmortalizado en la literatura con personajes inolvidables como Manolito Gafotas, o en obras mundialmente famosas como Por quién doblan las campanas de Hemingway.
A la vista de todo esto, cabe preguntarse: ¿por qué ha de temer Carabanchel afrontar con ilusión el futuro? Toda la enumeración anterior no ha tenido otro propósito que el de mostrar esa capacidad de reinvención de Carabanchel, que hace que sea uno de los lugares con más sabor, alma, historia, memoria y vitalidad de Madrid.
Sí, Carabanchel debe afrontar el futuro como su historia nos muestra, sin miedo a seguir siendo una referencia para Madrid. Carabanchel fue pionero en muchas cosas, no hay nada que impida que pueda seguir siéndolo. ¿Por qué no empezar, por ejemplo, valorando ese riquísimo patrimonio como se merece? ¿Por qué no empezar a hacer conscientes a todos los vecinos de esa rica historia de una forma más efectiva? ¿Por qué no ser el primer barrio más allá de la M-30 que se incorpore de forma definitiva en rutas culturales o guías histórico-artísticas de Madrid? ¿Por qué no contar con grandes eventos de cultura o ciencia? ¿Quién pensó que Carabanchel era un barrio periférico o secundario?
Carabanchel es parte del “alma” de Madrid, y parafraseando el dicho castizo, si no existiera, probablemente habría que inventarlo. Su identidad tan viva, tan vital, tan necesaria para la calidad de vida de nuestros barrios y ciudades de hoy, necesita más que nunca de ese valorar y preservar los elementos del pasado que constituyen su memoria, proyectándolos hacia el futuro; y siendo conscientes de que ahora mismo se está construyendo el patrimonio del mañana, que con lo anterior será el soporte de la identidad de los carabancheleros y carabancheleras del futuro. Carabanchel tiene motivos para mirar con orgullo su pasado y afrontar sin temor su futuro, pero sin olvidar nunca que ese futuro empieza hoy. Así, nosotros somos responsables de aquello que leguemos a las próximas generaciones, revelándose como objetivo principal la necesidad de ser conscientes de esa memoria y esa historia, que al modo de bellas teselas de un espléndido e inacabado mosaico, son la base de la identidad de Carabanchel; la auténtica joya de la corona de entre los múltiples tesoros que encierra este barrio; una joya que no podemos —ni debemos— echar a perder.
Carabanchel no es un barrio cualquiera dentro de Madrid. Carabanchel es por su historia y su propio devenir en el tiempo uno de los barrios con mayor identidad urbana de la ciudad de Madrid. Y es sin duda este valor intangible el más preciado tesoro que tiene este barrio. No obstante, muchos autores señalan el valor de la “identidad urbana” como uno de los factores indispensables para poder hablar de bienestar y calidad de vida ciudadana, y es que la identidad remite al arraigo, a la pertenencia, al sentirse vinculado a un lugar y sentirlo como propio, con lo que todo esto implica a efectos de preocuparse por mejorarlo, por sentirlo como un espacio vivido y no “prestado” o “accidental”; el relacionarse, en definitiva, con un espacio de una forma profunda y vivencial, y el luchar también por un espacio dentro de la ciudad.
Y es que este arraigo permite hablar de comunidades con un mayor nivel de colaboración y cooperación entre sus integrantes, que viene a desembocar en lo que los urbanistas de hoy denominan “comunidades resilientes”, esto es, comunidades con el empuje y fuerza suficiente como para salir airosas de los cambios operados en su entorno. En definitiva, de comunidades que saben sobreponerse contra viento y marea, y que saben reinventarse o salir reforzadas ante dichos cambios que, en otros casos, resultarían dramáticos.
Pues bien, en tiempos como los de hoy, barrios como Carabanchel, son los que tienen más que aportar y decir al proyecto comunitario de la ciudad que queremos; pues su fuerte identidad los convierte en referentes de vitalidad urbana.
Pero esta identidad no es un intangible, sino que se manifiesta de forma palpable y visible en la forma de percibir el espacio y sus elementos más singulares por los vecinos. De este modo, el patrimonio se convierte en una de sus principales señas o estandartes. Pocos barrios como Carabanchel, han defendido desde siempre y de forma tan apasionada su patrimonio histórico y aquel vinculado a su memoria colectiva y afectiva. Y lo que es más ilusionante: a este interés se incorporan nuevos vecinos llegados en los últimos años, que también sienten el barrio como suyo y quieren
participar de esa historia y de esa memoria colectiva, debido a esa vitalidad de barrio antes mencionada y que se caracteriza porque aglutina y no excluye.
Barrio vivo y dinámico
Y es que Carabanchel, tal y como nos muestra su historia, crea y re-crea constantemente su patrimonio y su memoria, como barrio vivo y dinámico que es. Repasar la historia de Carabanchel es constatar esta asombrosa cualidad, de creación constante que no cesa, de espacios patrimoniales que consolidan esa identidad.
Así, Carabanchel puede presumir de poseer los restos de un poblado romano y de albergar el edificio más antiguo de Madrid, la ermita mudéjar de la Virgen de la Antigua. Pero prosigamos, pues Carabanchel fue el “Versalles madrileño”, por la concentración y lujo de sus numerosas quintas y fincas de recreo de las élites madrileñas, algunas de las cuáles aún perviven como Vista Alegre. De ser el “Versalles madrileño” pasó a ser “el pequeño Vaticano” (Carabanchel nunca ha sido lugar de medias tintas), por la presencia de todas las congregaciones religiosas que pasaron a ocupar aquellos palacetes… muchos de los cuales (salesianos, escolapias, marianistas) son hoy colegios que, en breve, serán centenarios.
Carabanchel también fue lugar de innovaciones científicas, albergando el centro psiquiátrico más avanzado de España a finales del siglo XIX, el del doctor Esquerdo. Acogió también el primer centro para epilépticos de España, el actual Instituto San José. Asimismo, Carabanchel albergó el centro hospitalario más moderno y de referencia del Ejército, el Hospital Gómez-Ulla. Y esa vinculación con el Ejército propició la instalación del célebre aeródromo de Cuatro Vientos, cuna de la aviación española. Y es que el primer “puente aéreo” Madrid-Barcelona no partió de Barajas… sino de Carabanchel Alto, en 1927. Como de Carabanchel también despegaron vuelos legendarios que cruzaron sin escalas el Atlántico y el Mediterráneo. Sería este aeródromo de Carabanchel el lugar que pidió visitar expresamente Albert Einstein en su visita a España en 1923.
Pero Carabanchel tiene otros “hitos”, algo más discutibles, que también conforman su memoria y su identidad. Así, acogió el primer correccional de jóvenes en España (el antiguo Reformatorio Santa Rita); o la tristemente célebre cárcel, un lugar icónico que llegó a ser el complejo penitenciario más grande de Europa. Además, Carabanchel es el lugar que más cementerios históricos concentra de Madrid. Y por tener, hasta tiene un cementerio inglés.
Y podríamos seguir con otras realidades más lúdicas, como el fútbol, con el Real Club Deportivo Carabanchel, tercer equipo en antigüedad de la capital, solo por detrás del Real Madrid y del Atlético de Madrid. Carabanchel es también el barrio de Madrid fuera de la M-30 que más veces ha sido filmado en películas, e incluso cuenta con un festival propio de cine que refuerza esa vinculación tan especial. Y ha sido inmortalizado en la literatura con personajes inolvidables como Manolito Gafotas, o en obras mundialmente famosas como Por quién doblan las campanas de Hemingway.
A la vista de todo esto, cabe preguntarse: ¿por qué ha de temer Carabanchel afrontar con ilusión el futuro? Toda la enumeración anterior no ha tenido otro propósito que el de mostrar esa capacidad de reinvención de Carabanchel, que hace que sea uno de los lugares con más sabor, alma, historia, memoria y vitalidad de Madrid.
Sí, Carabanchel debe afrontar el futuro como su historia nos muestra, sin miedo a seguir siendo una referencia para Madrid. Carabanchel fue pionero en muchas cosas, no hay nada que impida que pueda seguir siéndolo. ¿Por qué no empezar, por ejemplo, valorando ese riquísimo patrimonio como se merece? ¿Por qué no empezar a hacer conscientes a todos los vecinos de esa rica historia de una forma más efectiva? ¿Por qué no ser el primer barrio más allá de la M-30 que se incorpore de forma definitiva en rutas culturales o guías histórico-artísticas de Madrid? ¿Por qué no contar con grandes eventos de cultura o ciencia? ¿Quién pensó que Carabanchel era un barrio periférico o secundario?
Carabanchel es parte del “alma” de Madrid, y parafraseando el dicho castizo, si no existiera, probablemente habría que inventarlo. Su identidad tan viva, tan vital, tan necesaria para la calidad de vida de nuestros barrios y ciudades de hoy, necesita más que nunca de ese valorar y preservar los elementos del pasado que constituyen su memoria, proyectándolos hacia el futuro; y siendo conscientes de que ahora mismo se está construyendo el patrimonio del mañana, que con lo anterior será el soporte de la identidad de los carabancheleros y carabancheleras del futuro. Carabanchel tiene motivos para mirar con orgullo su pasado y afrontar sin temor su futuro, pero sin olvidar nunca que ese futuro empieza hoy. Así, nosotros somos responsables de aquello que leguemos a las próximas generaciones, revelándose como objetivo principal la necesidad de ser conscientes de esa memoria y esa historia, que al modo de bellas teselas de un espléndido e inacabado mosaico, son la base de la identidad de Carabanchel; la auténtica joya de la corona de entre los múltiples tesoros que encierra este barrio; una joya que no podemos —ni debemos— echar a perder.