Estamos de lleno en el otoño aunque no lo parezca, dado el clima tan extraordinario que tenemos: este año el verano no se ve que tenga ganas de dejarnos. Al precio de la energía, no parece mala idea, pues eso nos está dando a todos un respiro económico. Ya nuestras flamantes compañías eléctricas se estaban frotando las manos ante los sustanciosos beneficios que en su panorama invernal se les presentaban.
Pero si algo nos hace tener un baño de realidad es la presente llegada del Día de Todos los Santos, celebrado con mucho entusiasmo por todos en la fiesta de Halloween, de una popularidad aplastante. Llena de Dráculas, brujas, esqueletos, calabazas, muertos vivientes y todo tipo de disfraces a cuál más terrorífico y paradójicamente tan divertido. Esta fiesta ha llegado para dar un tono desdramatizado a nuestra triste fiesta de Todos los Santos, en recuerdo a los antepasados y personas queridas que ya no están entre nosotros. Hemos convivido con lo desenfadado de los jóvenes y con la visita a los cementerios, las flores a nuestros seres queridos, la despedida y el recuerdo del duelo y la separación de aquellos que estuvieron ligados emotivamente a cada uno. Esta mezcla de alegría, fiesta y desenfreno con la tristeza de la muerte es realmente curiosa. Como es un contraste que en determinadas culturas la partida de alguien cercano no se viva como algo triste, sino como un tránsito y paso a otra dimensión espaciotemporal.
Sea como fuere, este hecho que nos acompaña admite una gran variedad de enfoques y vivencias diferentes. Y desde luego tiene que ver mucho con las tradiciones y sobre todo con lo que uno cree y siente, o con determinadas experiencias que muchos afirman haber tenido. Es por tanto que ante la muerte propia o ajena uno puede tener certezas, sospechas, creencias de que no se acaba todo o bien afirmar lo contrario. De acuerdo con la postura que uno adopte, la vida tomará un rumbo diferente en nuestra existencia. Esperamos que hayan disfrutado de Halloween.