Deaf Devils y Giuda ‘pusieron las pilas’ el jueves a la noche carabanchelera
Waoh, vaya noche energética la del jueves 24 en la Gruta77 con los italianos Giuda, teloneados por los jovencísimos valencianos Deaf Devils... Entre las dos bandas nos dieron nuestro merecido con creces, oh yeah... Con deciros que llegué a la sala fatigado tras un día más bien intenso y salí con la batería recargada y enriquecida para aguantar traca durante semanas... Gracias, demonio del rock & roll, por tanto y tan bueno.
Deaf Devils
Arrancaron el show, como decía, los Deaf Devils, una banda cuyo sonido ha sido definido como death punk, glam punk o action rock'n'roll, etiquetas que pueden dar una idea de por dónde van los tiros. Baste decir que siguen los cánones del protopunk que en su momento definieron grupos como New York Dolls o The Stooges, pero aceleradísimos y espectaculares, con todo lujo de acrobacias, incursiones entre el público (incluso, ayudados por sus secuaces, llegaron a montar el set abajo, entre nosotros, para tocar allí un rato) y locuras varias. No los había catado aún en directo y me volaron la cabeza. Los cuatro son la bomba, pero hay que hacer una mención especial a Lucyfer, su cantante, que es la frontwoman máxima. Por energía, actitud y sentido del espectáculo, una banda de diez.
Los Giuda
Claro, después de una cosa así, quién es el guapo que sale a escena. Pues los Giuda, otra banda de diez: cinco chavalotes de Roma con marcheta, desparpajo y tablas para dar y regalar, espitosos desde el minuto cero con su glam rock macarra en la onda de clásicos del género como The Sweet salpimentado por una notable vena punk rock. Bailongos y cañeros, saben bien lo que nos gusta y nos lo dan a paladas, sin olvidar ninguno de sus clásicos como Born Under a Bad Sign, Teenage Rebel o Wild Tiger Woman, y con sorpresas tan molonas como esa versión que se marcaron del New Age de los Blitz.
Lo dicho, amigos y amigas: tremendo chute de energía recibimos el jueves en la Gruta. Para tener coche eléctrico, enchufarte después y fundirle los plomos, oh sí.
