Lo cierto es que tocaba hablar del Parque Manolito Gafotas, que primero fue solar con aspiraciones a parque, después una reivindicación vecinal durante 16 años. Más tarde pasó a formar parte de aquel bosque (muerto) metropolitano del Ayuntamiento y hoy, por fin, está llegando a ser parque. Por supuesto, este tema ha dado para tres o cuatro golpes de pecho del Consistorio, el último con visita incluida.
Sin embargo, a última hora hemos cambiado de tema, ya que no hemos encontrado quien nos explique el porqué de la eliminación de los jardines en la glorieta partida del cruce entre la calle Aguacate y la Vía Lusitana. Sí, ésa con un gran tótem que proclama la entrada al polígono industrial de Aguacate, ahora reconvirtiéndose en polígono multirreligioso, ¿recuerdan?
Como viene siendo habitual, de un día para otro, 900 metros cuadrados de jardines han pasado a ser un pavimento de hormigón y adoquín, sin otra utilidad que la de dejar casi calva y pétrea la glorieta. De forma más misteriosa todavía, han mantenido las esquinas como parterres. Precisamente los extremos que requieren de menos obstáculos visuales y con mas probabilidad de invasión por vehículos despistados.
Eso sí, además de conservar estas esquinas ajardinadas (apenas el 10% de la superficie anterior) han mantenido los olivos originales. Eso también, dentro de albercas de dimensiones mínimas y sin rastro de un nuevo sistema de riego.
No deberíamos sorprendernos. Estas microoperaciones de eliminación de zonas verdes se están produciendo por todos lados y de muchas maneras. En cada reforma de acerado que se está realizando en el barrio se eliminan las albercas de los árboles muertos en vez de replantar. Y en cada ampliación de las zonas peatonales se crean grandes zonas yermas, sin nuevos jardines ni árboles. El proceso es evidente para quien quiera fijarse.
Es la misma visión mercantil de lo urbano y de lo público, que busca la concentración en grandes áreas verdes que supongan una economización de los costes de mantenimiento. Al fin y al cabo, no cuesta lo mismo regar, podar, replantar, etc., mil pequeñas jardineras o albercas de un metro cuadrado cada una que un parque de la misma superficie.
Mientras tanto, la jardinería se basa en un modelo de sustitución estacional, en gran medida. Y como si de la mesa del comedor se tratase, cada Navidad, en muchos rincones ajardinados se retiran las flores de la temporada anterior, ya abandonadas desde su plantación, para reponer con flores de Pascua. Y llegada la primavera vuelta a cambiar.
Esto se produce mientras se presume de planes de infraestructuras verdes y diversidad para la ciudad. Pero la realidad cotidiana es tozuda y día a día vemos mermar los pequeños rincones de naturaleza de nuestras calles, mientras los que sobreviven lucen abandonados o como mínimo poco cuidados.
Quizás el Ayuntamiento termine volviendo al paisajismo postmoderno o recurriendo a las flores de plástico o preservadas. Porque que se tomen en serio la naturaleza va a ser que no.
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