ROBERTO BLANCO TOMÁS
[caption id="attachment_2642" align="alignleft" width="300"]

Mucha gente en este distrito no sabe que Carabanchel fue el escenario, en 1952, del que probablemente ha sido el mayor o uno de los mayores accidentes de la historia de Madrid. En efecto, el 28 de mayo de aquel año, a eso de las 20:45, un tranvía se precipitaba al vacío desde el Puente de Toledo: unos ocho metros de caída hasta las huertas que se encontraban debajo. La cifra oficial fijaba en 15 los muertos de esta tragedia, pero con toda probabilidad fueron bastantes más.
El coche accidentado llevaba el número 135, y estaba asignado a la línea 31E Plaza Mayor-Carabanchel Bajo. Era del modelo Westinghouse, una serie puesta en funcionamiento en 1900, con medio siglo en servicio y una guerra civil por medio. Justo González Martínez, que entonces tenía 10 años, vivía en el nº 18 de la calle del General Ricardos, y perdió a su padre aquel día. “El accidente ocurrió —explica Justo— por la sencilla razón de que el conductor del tranvía, al dar la vuelta en la Plaza Mayor, ya iba sin frenos”. A esa hora volvía mucha gente del trabajo, y los responsables decidieron que saliera pese a la oposición de su conductor. Un operario dio “unos golpes en el freno, que eran de pedal de hierro, y lo apañó para que aguantara con esa pequeña chapuza”. Pero el tranvía iba abarrotado, y al bajar por la calle de Toledo se fue embalando. Cuando llegó a la glorieta de las Pirámides, el problema del freno se encontró con otro añadido, suma que resultó fatídica. Desde la época de la Guerra Civil faltaban en ese tramo, a la entrada del puente, unos 20 centímetros de raíl. “Con la velocidad que bajaba —sigue Justo—, pegó el envite en el trozo de vía que faltaba y saltó descarrilando, se llevó la barandilla y se llevó todo, cayendo abajo a unas huertas que había”.
El balance oficial fue de 15 muertos y 112 heridos. Si tenemos en cuenta la ficha técnica del vehículo, su capacidad era de 47 plazas, 16 de ellas sentadas, lo que nos da una idea de lo abarrotado que iba en el momento del accidente. Pero Justo —y con él varios historiadores— está convencido de que fueron bastantes más, teniendo en cuenta que algunos de los heridos fallecieron después y que no pocos de los cadáveres estaban indocumentados. “La cifra de muertos real fue bastante mayor que la que se dio —sostiene Justo—. Lo sé con certeza, pues una de las personas que no aparecen en la lista era mi padre. Se llamaba Justo González Royón, y no está”.
[caption id="attachment_2644" align="alignleft" width="205"]

Justo rememora lo que pudo saber por testimonios de amigos de su padre: “mi padre estaba en un bar que hacía esquina a la puerta de Toledo, donde está el hotel. Entonces les dijo: ‘bueno, me voy para casa, que mira ya la hora que es’. Cogió el tranvía en marcha, e iba colgado en el exterior. Según bajaba por la calle le dijeron: ‘Nino —así le llamaban—, tírate que este tranvía va al puente’, y él dijo: ‘Bah, qué va a ir al puente…’. Pero así fue”.
Mientras esto ocurría, Justo estaba con sus amiguitos. “Salíamos del Cine España —recuerda—, y vimos a una mujer que gritaba, histérica: ‘¡un tranvía ha caído al puente de Toledo!’. Entonces los amigos del barrio nos juntamos para ver quién faltaba de cada familia, y el que faltaba era mi padre”. Justo y sus amigos no se pudieron acercar al lugar del accidente, pero vieron algunas escenas dantescas. “Me acuerdo de que un vecino, ya mayor, llevaba a una chica en brazos. La sujetó con una mano, porque estaba echando sangre por la cabeza, y se sacó un pañuelo del bolsillo. Se lo puso en la sien, y justo en ese momento expiró. También me acuerdo de que nos contó una persona, que iba en el tranvía pero no falleció, que iba dentro un matrimonio con un bebé en brazos. Cuando el vehículo estaba a punto de caer al vacío, tiraron al bebé por la ventana. Lo recogieron y no le pasó nada, pero los padres murieron. Terrible…”.
Terrible fue también la experiencia de la madre de Justo: “Esto antiguamente era como un pueblo —nos cuenta—, y mi madre era la practicanta. Aquí la conocía todo el mundo. Por eso, aquel día la llamaron inmediatamente los médicos de la casa de socorro para que les ayudara. Estaba ayudando mientras, sin ella saberlo, mi padre estaba muriendo en otro lugar. A las tres de la mañana se fue para casa, vio que mi padre no había llegado y se encontró con un tío mío. Ella le dijo: ‘mira, ha pasado esto y tu hermano no ha venido’, así que fueron los dos a buscarle, y le encontraron en San Carlos, en el depósito de cadáveres. Le reconocieron por los calcetines, ya que le habían quitado la cartera, las fundas de oro y todo lo que llevaba”. Este detalle demuestra que hubo saqueo de cadáveres, lo que ha podido tener como consecuencia que la cifra oficial de víctimas sea más baja que la real.
El accidente cambió por completo la vida de Justo: “mi hermano mayor y yo ingresamos en colegios internos. Después el otro, que iba detrás de mí, también. El cuarto, como era el más pequeño, ingresó en el colegio de La Paloma, e iba y venía a casa… Así hemos ido viviendo hasta que ya pudimos salir e hicimos nuestras vidas. Fue muy triste todo aquello, pero bueno, todo tiene su límite, y las personas salen adelante”, reflexiona este vecino.
Es llamativo que a día de hoy no haya ningún recuerdo en el lugar del siniestro, algo que Justo reclama. “Antiguamente —explica— había grabada en el suelo una cruz justo en el sitio desde el que cayó el tranvía. Pero el alcalde Álvarez del Manzano la quitó. Yo paso a menudo por allí, y cuando lo hago, me paro y aunque sea rezo un padrenuestro. Creo que ha sido el mayor accidente ocurrido en Madrid, y me sentiría un poco ‘curado’ si lograra que allí se pusiera algo que indicara lo sucedido. Me acerqué a ver a los concejales del PSOE cuando estaba la M30 en obras, y uno de ellos me comentó que un familiar suyo también había fallecido allí, y que cuando terminaran las obras se pondría algo. Sinceramente, no he vuelto a ir, pero tampoco han hecho nada”. En esta redacción amamos nuestra historia, y la petición de Justo nos parece lógica para recordar aquel terrible hecho que puso al barrio de luto y que hoy va camino de olvidarse. Con el ánimo de contribuir modestamente a evitar que esto ocurra, hemos escrito este reportaje.