Sobre Carabanchel

Sobre Carabanchel

Soy un alicantino enamorado del barrio de Carabanchel. Lo visito de
vez en cuando, menos de lo que me gustaría. He escrito esto sobre el
barrio, por si encontráis espacio para publicarlo. Saludos y gracias.

Carabanchel.

OLYMPUS DIGITAL CAMERASirva este texto para rendir homenaje a un barrio que de tan típico se
convierte en singular. Su historia y sus gentes me ayudaron a quererlo
casi como si fuera mío.

Metro de Madrid. La monotonía de la capital es entretenida para
cualquier forastero ocasional. Yo soy uno más, aunque me dirijo al
extrarradio. Costumbre no común entre los turistas. A algunos
eventuales nos fascina la normalidad de un barrio cualquiera.

Boca del metro. Parada de Oporto. Dos señores, son semi indigentes.
Lucen indumentaria de rockero nostálgico. Sus vidas han corrido, se
les ve en sus rostros. Y en su ropa. Sus prendas destacan por su
desgaste, algo que sociabiliza más aún al rockero dentro de su tribu,
casi siempre. Por supuesto, apuran sendos cigarros y comparten
litrona. Son las 12 del medio día de un jueves.

Caminas recto y a los laterales de una gran avenida por cuyo centro
transitan coches, taxis y autobuses urbanos, observas las paredes. Un
día fuiste centro efusivo de la lucha obrera. Hoy, tus trabajadores
parecen cambiar los mensajes de reivindicación por anodinas firmas de
efímeras tribus urbanas. Del “Presos libertad” acompañado de un
símbolo anarquista al “Latinos” decorado con alas angélicas en los
extremos. Han pasado unos 30 años. Quién te vio y quién te vuelve a
ver.

En un campo de fútbol, hogar del suburbano club Puerta Bonita, paredes
de apenas dos metros cubren el terreno. Sobre ellas, carteles de
conciertos ya celebrados, y alguna que otra de las pintadas ya
descritas. Más allá, más metido en el corazón del barrio, otro
estadio, el conocido como La Mina, acoge los partidos del Club
Deportivo Carabanchel. Uno recuerda Copas de Europa ganadas en los 90
con este equipo en el PC Fútbol, con una repetitiva y no menos
extenuante música que sonaba en esas largas tardes de vicio. Su escudo
antiguo, ahora lamentablemente modernizado, resultaba simpático de tan
mugriento que era. Descubro que en dos años este club cumplirá su
centenario. Averiguo también que es el tercer equipo histórico de
Madrid, en antigüedad. Te empiezo a querer más.

A pesar de los tan inoportunos como insulsos mensajes que reflejan tus
paredes, tú, barrio, siempre estuviste ligado a la humildad. Tus
comercios te delatan. Persianas metálicas bajadas, terrazas de bares
casi a pie de carretera, negocios locales mantenidos con un empeño
baladí y la incondicional simpatía, disponibilidad y acogida de sus
regentes, siempre cercanos a cualquier visitante. Eso, te enriquece.
Como también te ennoblece saber vivir con poco, permanecer exento de
artificiales lujos al alcance de una minoría que finge ser feliz por
su exclusividad y que suele zambullirse en el hartazgo de sus ocios
perversos. Esa minoría que vive más de aparentar que de ser y que se
avergüenza de tu mala fama creada por ella misma. No puedes envidiar
nada de ninguna otra zona. Tú supiste acoger a tantas famélicas
familias que abandonaban la extenuada vida rural para sumarse a la
emergente industrialización. Tú diste una identidad común a todas esas
gentes de dispares procedencias, que supieron crecer forjando un
compañerismo que sólo tu cielo y tus farolas de desgastada potencia
pudieron contemplar. Tus gentes se dejaron el alma para ser felices
con pocas horas de recreo y demasiadas de carga laboral. Sus jefes se
enriquecieron a costa de tus vecinos. Luego les otorgaron la mala fama
a través de sus altavoces mediáticos: periódicos y tertulias. Esa fue
la moneda de cambio.

Décadas adelante, sólo tú supiste convertir en héroes a quienes
cayeron en aquel tan oscuro ambiente de la drogadicción. Lo que en
otros barrios supuso una expulsión inmediata para paliar el bochorno,
tú te enfrentaste a ello con decidida lucha y animadversión. La prensa
creó peligrosos Lutes. Tú los convertiste en insignes y cercanos
Pirris, posteriormente caídos, víctimas de una senda diaria que les
llevó al abismo. En otros barrios fueron simplemente expulsados. La
erradicación frente a la ocultación. El enfrentamiento frente a la
pasividad. El orgullo de la realidad frente a la coacción por la
apariencia, casi siempre mentirosa y casi nunca creíble.

Siempre presente en la tragedia, detalles extraordinarios hacen que tu
historia sea tan curiosa como triste. Fuiste escenario para los
primeros difusores del fascismo español. Como también fuiste
testimonio del primer muerto oficial de la guerra civil. Acogiste en
tu legendario penal a la sociedad más excluida. Unos, eran malos.
Otros, fueron convertidos en tal. Prevaricación de un régimen déspota
que no siempre logró su fin, pues dejó vivos a unos cuantos que a
posteriori pudieron ejercer como testigos de tal tiranía. Incluso
serviste de contexto espacial en conocidas canciones que te utilizaron
para describir una injusta realidad social, siempre vivida con alegría
y resignación entre quienes la padecían.

Tú, solo tú logras todo eso. Y por eso, entre la acogida de tus
vecinos humildes y entre el gran ejemplo de quienes se conforman con
poco, tú enamoras a cualquier pasajero que se admira ante la simpleza
de comprobar que es rico quien menos necesita y quien mejor encaja su
condición, sin afanes materialistas de ascensos tan imposibles como
postizos.

Carabanchel.

Manuel Lillo i Usechi

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