Ponemos a prueba la movilidad del barrio paseando con un vecino en silla de ruedas. El resultado: necesita mejorar
El 29 de noviembre de 2017, El pleno del Ayuntamiento de Madrid aprobaba por unanimidad una declaración institucional para mostrar “el compromiso del consistorio con la accesibilidad”, recogiendo que días después, el lunes 4 de diciembre, se iba a izar “un estandarte con el símbolo internacional” de la misma. El día seleccionado para reivindicar este derecho era “la fecha en la que, según recoge el RDL 1/2013, de 29 de noviembre, por el que se aprueba el Texto Refundido de la Ley General de los Derechos de las Personas con Discapacidad y de su Inclusión Social”, terminaban “los plazos para mejorar las condiciones básicas de accesibilidad y no discriminación en el ámbito de los espacios públicos urbanizados, así como los edificios, que garanticen el derecho de todas las personas a la accesibilidad”.
Pues bien, ya hemos llamado la atención muchas veces sobre este tema, recordando que al menos en nuestro distrito aún falta bastante para hacer honor a tal compromiso (y por lo que sabemos, en el resto de la ciudad), y este mes, más de dos años después de que expirara aquel plazo, certificamos que en Carabanchel sigue habiendo bastantes zonas con problemas de accesibilidad. Para comprobarlo, hemos paseado por una de ellas, en el casco antiguo de Carabanchel Bajo, con un vecino con diversidad funcional, persona directamente afectada por esta situación en su día a día.
Miguel Ángel lleva ocho años desplazándose en silla de ruedas. Vive en la calle de San Melitón, y con él hemos quedado en su portal una mañana de febrero. Nos ha facilitado el contacto la Asociación Vecinal Casco Antiguo de Carabanchel Bajo, que lleva tiempo denunciando los problemas de accesibilidad en el barrio y apoya a este vecino en sus reivindicaciones. Miguel Ángel reconoce que tiene suerte, ya que su edificio cuenta con garaje, y gracias al rebaje del mismo puede alcanzar su portal sin tener que ir hasta el otro lado de la manzana para acceder a la acera. Primer problema, por tanto, la escasez de rebajes.
En Nuestras calles abundan
las barreras para las personas
con movilidad reducida
Claro, este vecino ya se lo sabe, y el itinerario le sale “automático”, pero quienes hoy vemos este paseo con nuevos ojos nos damos cuenta de que la diversidad funcional obliga a planificar cuidadosamente tus itinerarios cotidianos, ya que si no las distancias se multiplican, y muchas veces puedes verte en auténticos callejones sin salida. Para que no se me pierdan, estamos recorriendo las calles de San Melitón, Conde de Eleta, Salvador del Mundo, Sonseca, Binéfar, Medina Sidonia e inclusive Nuestra Señora de Fátima, pues las principales también tienen problemas a este respecto.
Pero dejemos hablar a Miguel Ángel, que nos resume la situación: “me cuesta muchísimo trabajo subirme a las aceras y circular en ellas por todos los obstáculos que tenemos: farolas por medio en aceras estrechas, en ocasiones con papelera que bloquea aún más el paso; ausencia de rebajes para acceder a las mismas; bordillos con una altura impresionante… A ello viene a sumarse el estado general del barrio, con firmes irregulares, aceras llenas de baches y agujeros, con baldosas levantadas… Como ves, para esto el escaso mantenimiento del barrio también es un problema, que afecta a todos, pero que las personas como yo notamos bastante más”.
Miguel Ángel nos explica que la situación del barrio le ha obligado a contar con una silla de ruedas eléctrica, dado que con una de tracción manual vería aún más limitados sus movimientos: “Desplazarme a cualquier sitio por esta zona me resultaría imposible, porque sería mucha distancia la que tendría que recorrer, por culpa de los escalones insuperables sin el motor. Y otro problema de las manuales es la inclinación de bastantes aceras, con caída hacia la calzada, que te hace ir un poco ‘de lado’, lo que nos cuesta muchísimo esfuerzo, ya que vamos impulsando con una mano solamente porque la otra tiene que ir frenando e igualando el desnivel que tenemos”.
Alto riesgo
La seguridad también es un tema importante. Como apunta este vecino, muchos de los pasos de cebra no cuentan con señal vertical, impidiendo a los conductores verlos a la suficiente distancia y poniendo en especial peligro a las personas con movilidad reducida. “En silla de ruedas no puedes saltar, te tienes que quedar y esperar a ver si te atropellan o no”, sonríe Miguel Ángel con amargura. De hecho, buena parte del recorrido la hemos tenido que hacer por la calzada por ser imposible para una silla el acceso o tránsito en las correspondientes aceras, obligándole a depender del respeto de los conductores, lo que supone un riesgo. Hasta la fecha no ha tenido problemas, pero no es de recibo: “Tengo derecho a ir por la acera como cualquier otra persona”, se queja.
Hasta aquí lo que toca al Ayuntamiento, pero también debemos dedicar un apartado a lo que depende de la ciudadanía, pues parece que el civismo tampoco brilla tanto como debiera. En este sentido, Miguel Ángel llama la atención a los vecinos para que respeten los pocos rebajes que hay y no aparquen en ellos ni en las plazas destinadas a personas con discapacidad. También insiste en que no se dejen “regalos” en el suelo como cacas de perro, chicles o sustancias de textura similar. Recordad que, además de ensuciar nuestras calles, a través de la rueda pueden terminar en las manos de algún vecino. Volviendo a la responsabilidad municipal, Miguel Ángel apunta asimismo que la limpieza en el barrio sigue siendo una asignatura pendiente: “Por ejemplo, esta calle en la que yo vivo vienen a limpiarla solo una vez a la semana”, comenta.
Recapitulando, si bien es cierto que cuando se crearon estos barrios no había conciencia en tal sentido y la movilidad universal no fue un factor tenido en cuenta a la hora de diseñarlos, y que desde entonces y sobre todo en los últimos años se ha avanzado bastante al respecto, aún queda mucho por hacer en este campo. Recordemos además que, como señala Miguel Ángel, éste es un problema que, en un momento u otro, tarde o temprano, nos afecta a todos. “Nuestro barrio tiene un alto porcentaje de población mayor”, recuerda este vecino, y la edad o un cambio concreto en nuestra situación (una lesión, tener hijos y movernos con el carrito) puede alterar nuestras condiciones de movilidad y hacernos vivir la experiencia que acabamos de relatar. Pero aunque no fuera así, por encima de todo, no puede haber ciudadanos “de primera” y “de segunda”. Por ello, por la igualdad real, es necesaria una solución para esto. Ya.