Si un día tienes antojo de magdalenas y pides a alguien del barrio que te aconseje un lugar para saciar el capricho, muchos te responderán lo mismo: en la panadería de la calle Oca, 81. Y es que este lugar, además de ser todo un referente en el barrio, se conoce por su ubicación, pues su nombre no es más que ese: Panadería Oca, 81.
A los mandos, Ricardo González 'Richar' y Sole Yuste. En verdad, el negocio es de Richar, pero Sole es casi de la familia, pues empezó a trabajar antes que su jefe, cuando todavía la dirigían los padres de Richar, Luci y Cristóbal.
Luci y Cristóbal, padres de Richar. Cuando abrieron la lechería y en la actualidad
Una infancia muy vinculada al barrio
Ambos son nacidos en Carabanchel, aunque Richar tiene corazón cántabro, pues sus padres emigraron desde San Pedro del Romeral a Madrid en 1959. Un año antes se había levantado el edificio que albergaría su lechería, abierta en torno a 1960. Por aquel entonces, la calle Oca era de tierra, no había metro (apenas casas) y todavía se podían ver los postes que habían sujetado años antes la catenaria del tren que unía la estación de Delicias (actual museo del Ferrocarril) con el hospital militar en dirección a San Martín de Valdeiglesias.
El barrio de Vista Alegre en 1959. Abajo, a la izquierda, el edificio de la panadería y la calle Oca“En la lechería de mis padres se vendían también bloques de hielo, pero como ocurría en todas las tiendas de aquella época, casi todo lo traían ya hecho. Es más, en el barrio, por aquel entonces, solo había un par de panaderías que tuvieran horno, la “Caliente, caliente” en calle Laguna y el Horno de San Roque, en Bernardina Aranguren", recuerda Richar. Y es que la infancia del actual dueño de Panadería Oca, 81 siempre estuvo ligada a la lechería de sus padres y a este barrio.
“Mi hermana nació justo aquí”, recuerda. Y no exagera: Antes de poder comprarse un piso en calle Oca, Lucía y Cristóbal vivían en la propia lechería. En la zona de almacén, donde hoy tienen el horno, instalaron un doble techo para poder hacer así toda la vida dentro del local.
Richar nació cuando la familia ya se había mudado al piso encima de la panadería. Corría el año 1968. Empezó a ir al colegio San Viator, en Plaza Elíptica. Más tarde se mudaría a Vía Lusitana, por lo que su vinculación con aquella zona del barrio es también muy importante. Lo que no sabía Richar es que el famoso ferrocarril que mencionaba antes cruzaba la carretera de Toledo en Plaza Elíptica, siguiendo su trayectoria por la calle Vía (de ahí su nombre) en dirección Oca. Así que su vinculación a Carabanchel siempre ha discurrido muy cerca de las vías del tren que atravesaba el antiguo pueblo de Carabanchel de Abajo.
Por su parte, Sole nació en la calle Algaba, por eso fue al colegio Santa María Micaela, en Vía Carpetana. Este colegio se conoce en el barrio por “La campana”. El sobrenombre se debe a la campana que desde sus orígenes se escuchaba por todo el barrio. Era como el reloj que avisaba diariamente en horas fijas como el Ángelus para la misa y las oraciones de las monjas o para la entrada de las niñas a clase. Cuentan además que cuando estalló la guerra civil, los milicianos tiraron la campana y la arrastraron por el pueblo hasta llegar a la Plaza de Carabanchel.
“De mis años de infancia recuerdo sobre todo cuando mi madre se asomaba al balcón para llamarme para subir a casa porque siempre estaba jugando en el parque debajo de casa”, me cuenta Sole.
De lechería a panadería
Ante todo, ambos recuerdan que por aquellos años, este “era un barrio de verdad”. Cristóbal, padre de Richar, era presidente de la asociación de vecinos de Vista Alegre y participó en una manifestación para exigir la construcción del parque del Cerro Almodóvar. "En aquella manifestación nos detuvieron. Yo tenía 7 años. Mi padre tuvo que pasar una noche en el calabozo", recuerda Richar. Cristóbal también formó parte de una Asociación de Panaderos para exigir que no se abriera en domingo. Al final, la presión de los supermercados fue mayor y no pudieron ganar la batalla, aunque Richar reconoce que su padre y esa asociación dieron mucha guerra antes de claudicar.
La vida entonces era diferente. En esta zona apenas había supermercados y toda la compra se hacía en las tiendas pequeñas. Aun así, con el paso de los años, fueron cambiando la orientación del negocio. De aquella primera época solo sobreviven los sándwiches. “No se hacían como ahora, pues no los tostábamos”, me cuenta Sole. Pero sí es verdad que fue una apuesta de este establecimiento que sigue funcionando muy bien, a pesar de que compiten con una franquicia dedicada a tal fin en la misma calle. Pero es que los sándwiches de Panadería Oca, 81 no solo destacan por su variedad, sino también por su bien precio (entre 1 y 1,50 euros).
Fue a finales de los 90' cuando Richar, que siempre había estado muy vinculado a la tienda de sus padres, decidió apostar por el negocio familiar. “Estudié Psicología, empecé a trabajar en una empresa, pero no me convenció; a mí siempre me había gustado la lechería de mis padres”, reconoce. Así que se hizo cargo, pero transformándolo en panadería.
“Decidimos que no queríamos tener muchos productos, pero sí elaborarlos todos aquí”, explica. Así fue como empezó a cambiar el rumbo de Panadería Oca, 81.Y Sole se convirtió en pieza fundamental del nuevo proyecto de obrador.
A día de hoy, el pan es el producto menos relevante de esta panadería. “Es un pan bueno, pero nos lo traen”, señala Richar. En verdad, ellos decidieron apostar por las magdalenas, los pasiegos, las tartas de manzana y los roscones, principalmente. También por las palmeras de chocolate y las pastas de té. Y este último producto les está dando muchas alegrías. “Introdujimos las pastas hace unos cinco o seis años. El objetivo era que dejaran de ser un producto de lujo, pues normalmente cuestan entre 20 o 25 euros el kilo, aquí las tenemos a 12 euros el kilo y totalmente artesanas”, explican.
El secreto de magdalenas y roscones
Aun así, lo que más venden en Panadería Oca, 81 son sus magdalenas. Kilos y kilos salen cada día desde sus vitrinas hacia las casas de decenas de familias de Carabanchel. Y es que están riquísimas. ¿El truco? La materia prima. Así me lo confirma Richar: “La harina no lleva aditivos de ningún tipo y solo utilizamos aceite de oliva”. Esto hace que sepan a magdalenas de las de antes.
Y a muy buen precio. Por poner un ejemplo, cinco magdalenas al peso cuestan menos de 1,50 euros. “Mucha gente nos pregunta si sacamos beneficios; obviamente, sí. El truco está en que lo hacemos todo nosotros, por eso podemos jugar con el margen de ganancias, al contrario que si el producto llegara ya elaborado”, añade. Además, el local es propio, algo que también ayuda a ofrecer productos de calidad a precios ajustados.
Sin duda, el otro producto estrella de esta panadería son los roscones de Reyes. Conocidos en todo el barrio (y fuera de él), en los primeros días del año las colas son interminables. Decenas de personas esperan pacientemente desde antes incluso de que abran sus puertas para comprar este famoso roscón. “Yo venía a hacer roscones a la lechería cuando tenía 14 o 15 años. Seguimos manteniendo ese ambiente familiar durante esos días, pues mis cuatro hermanos y algunos sobrinos vienen también a ayudarnos. Cada uno tiene su función, pero Sole tiene todo el mérito organizativo junto a mi cuñado Andrés Ángel, un profesor universitario jubilado al que durante esos días llamamos 'el jefe'”, remarca Richar.
“Ni yo sé cómo nos organizamos, pero al final todo sale; en verdad, aunque trabajemos mucho durante esos días, pasamos los mejores momentos del año”, añade Sole. Lo que no saben es cuántos roscones pueden elaborar en la semana de Reyes. "Todos los que podemos", reconocen. "Pero nunca los hemos contado", añade Richar.
Los roscones de Panadería Oca, 81 son tan sabrosos como esponjosos. Además, los venden todo el año, por lo que si tienes antojo un 30 de mayo, también puedes comerlo. Y los tienen de diferentes tamaños. “Los pequeños con nata se venden muchísimo durante todo el año”, me aseguran. Y todo totalmente artesano, que es lo que marca la diferencia.
El nuevo obrador
Para poder sobrellevar tanto volumen de roscones, Richar adquirió un local en la calle Florencio Sanz e instaló allí el obrador. “Toda la masa se elabora allí. En la panadería lo que hacemos es fermentar, decorar y cocer”, cuenta.
En verdad, tener ese obrador a escasos metros de la panadería, le ha ayudado a impulsar su negocio. “Todas las elaboraciones concienzudas las llevamos a cabo en el obrador y aquí solo horneamos”, añade. Pero ambos locales no están conectados, por lo que todo el trasiego de productos se realiza por la calle. “En Reyes es una locura, yendo y viniendo con roscones de un lado a otro”, bromean.
El hecho de poder elaborar sus productos a mayor volumen les permite también conformar ofertas que funcionan perfectamente. Existen lotes de 12 magdalenas más un pasiego por 3,5 euros, de 12 magdalenas variadas y una tarta de manzana por 4 euros o, entre otros, de 12 magdalenas más un mini roscón por 5 euros. En definitiva, las opciones son muy diversas. “Queremos demostrar que se puede ofrecer producto de calidad a buen precio”, asevera orgulloso Richar.
Implicados con Carabanchel
Además, en Panadería Oca, 81 son solidarios con el barrio de Carabanchel. Por eso, participan activamente con la despensa solidaria. “Ahora mismo estoy trabajando en un nuevo producto y parte de los beneficios irán directamente a la despensa”, asegura Richar. “Va a ser un sobado mezclado con tarta de queso”, adelanta.
Lo más sorprendente es que, a pesar de todo el trabajo que tienen, todavía sacan tiempo para idear nuevos productos. “Esto no es una franquicia, aquí podemos inventar y crear cosas nuevas casi cada día”, señalan. Además, aseguran que no es tanta la carga de trabajo como parece. “Venimos a las 9 de la mañana y empezamos a hornear; y cada tarde libra uno”, cuentan.
Aun así, reconocen que el barrio ya no es lo que era. “Lo peor de esta calle es que están cerrando muchos comercios de toda la vida y están abriendo demasiadas casas de apuestas; sin duda, eso es lo peor de la calle Oca”, afirma tajante Richar. “Prefiero tener competencia y que el barrio esté vivo a ver cada vez más locales cerrados o convertidos en viviendas”, asevera.
Por eso, también quieren dar un toque de atención a los dueños de los locales. “Se está especulando mucho con los precios; tener un local no es como tener un piso de alquiler, pues, normalmente, los dueños no dependen de esa renta. Por eso creo que deberían ajustar los precios, pero no lo hacen. Especulan cada vez más y hacen la vida imposible a quienes los alquilan”.
En resumen, Panadería Oca, 81 es un negocio de los que casi ya no quedan. Una panadería de barrio, artesana, tradicional y comprometida. Que entremezcla productos de calidad con un trato cercano y familiar. “Y donde reina el buen rollo”, reconoce Richar. “Porque a trabajar siempre hay que venir contento”, concluye.
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