Todas las políticas que se están llevando a cabo en materia de inmigración están destinadas a no funcionar. En el mundo de hoy hay una avalancha de seres humanos que claramente y con todo el derecho del mundo buscan una vida mejor o por lo menos una vida alejada de la violencia y del peligro constante de atentar contra sus vidas.
Un ejemplo sería el de la presidenta de México, que pretende acoger a los inmigrantes deportados en un espacio determinado del país dándoles comida, techo, etc. Pero ignora que muchos han emigrado porque sus vidas han sido amenazadas de muerte y no por un asunto meramente económico.
Tampoco las políticas de expulsar a personas son la solución por parte de países que han explotado los recursos de otros más débiles económicamente, como es el caso de Estados Unidos y su afán imperialista.
El caso de la Unión Europea no es menos inhumano, ya que paga a Gobiernos de África para que consigan evitar las salidas de sus países, ya que los Gobiernos europeos continúan expoliando países del continente africano mediante la extracción de minerales y petróleo, así como otros recursos naturales.
Es decir, primero se les roba y después se les dice que si no tienen nada que se aguanten y que se mueran de hambre, de enfermedades, de abandono, de guerras tribales (éstas alentadas también por potencias europeas para distraer del expolio a las poblaciones).
¿Cómo piensan detener las migraciones con un puñado de euros o dólares? ¿Acaso creen que a la gente que padece penalidades le importa arriesgar su vida por un futuro esperanzador?
Evidentemente, desde los despachos no puede uno ponerse en el lugar de estas personas. El mundo debe comenzar a girar en torno al ser humano para poder algún día considerarnos personas como tales y no elementos crueles.