HABLANDO DE URBANISMO. Volver de cañas y conciertito

Recordarán la alegría desmesurada cuando una revista nombraba a “Carabanchel” como el mejor barrio del mundo 2023. No importan las voces recordando las carencias en prestaciones y servicios de la zona real en cuestión, San Isidro, o la desmesura en los precios de la vivienda. También, da igual que dicha propuesta estuviera patrocinada por un portal inmobiliario. Lo relevante es la posibilidad de acudir a nuevas zonas de ocio. Diversión y cultura. En definitiva, se hablaba de “gentrificación”. Pero eso queda muy muy lejos del Alto, ¿o no?

Partamos, como siempre, de una descripción del fenómeno. La oficina ONU-Habitat (El fenómeno de la gentrificación, artículo publicado el 11 de noviembre de 2022) nos dice que “La gentrificación sucede cuando un proceso de renovación y reconstrucción urbana se acompaña de un flujo de personas de clase media o alta que suele desplazar a los habitantes más pobres de las áreas de intervención”.

Centrándonos en el casco histórico de Carabanchel Alto, ocurre que por un lado la reconversión de locales a viviendas casi se ha completado, debido a la nueva ley, que impide casas menores de 45 m2 útiles, y porque la subida de precios de los locales pone en cuestión la inversión. Esto ha atraído a la población inmigrante, pero también a un significativo número de estudiantes foráneos y algunos turistas, buscando un lugar cercano a Madrid o al menos bien comunicado.

Por otro lado, la renovación urbana ha devuelto el protagonismo al peatón, resucitando y creando espacios públicos. Así, los locales no reconvertidos tienen la oportunidad de volver a su actividad, amparándose en la mejora incuestionable del entorno.

Si quieres que comentemos sobre algún hecho urbanístico que te afecta, escribe a pupu2129@yahoo.es, a la atención de nuestra columna.

Por último, las nuevas promociones residenciales, algunas sobre suelo público (mal)vendido y otras en parcelas libres o suelos liberados de edificaciones antiguas. El casco antiguo se ha colmado de promociones (no menos de seis en un año), que ofrecen viviendas, además de aparcamiento, piscina, aerotermia… y una hipoteca para dos vidas. Porque la oportunidad de inversión empezaría a partir de 3.500€ por metro cuadrado construido, siendo normal los 4.000 y frecuente los 4.500. Así, una vivienda de 100 m2 (incluyendo su parte de zonas comunes) se pondría fácil en 400.000€. Y el incremento del precio de la vivienda nueva arrastra el de la antigua. Un apartamento de hace 25 años de 50 m2 puede llegar a valer 185.000€. De los precios de los alquileres, mejor ni hablar.

La migración voluntaria de las segundas generaciones a los PAU o ciudades periféricas se completará en pocos años con el éxodo involuntario de los que decidieron quedarse. Y olvídense de volver. Para esta gentrificación no hay políticas públicas en marcha que la frenen. El Ayuntamiento prefiere enajenar suelo en favor de los promotores privados en vez de promover vivienda pública. Para ejemplo, las cocheras de la EMT. Y parece imposible controlar el precio de mercado, dado lo atomizado de la propiedad. Además, si mi vecina vende/alquila más caro, ¿por qué voy a ser yo la tonta?

La cosa está complicada. Pero oye, siempre podremos volver de cañas y conciertito.


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