El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, junto con la delegada del Área de Cultura, Turismo y Deporte, Andrea Levy, ha visitado la muralla cristiana de Madrid, situada en la calle del Almendro, 15-17, tras la finalización de las obras de restauración llevadas a cabo por la Dirección General de Patrimonio Cultural con las que se pone valor el lienzo, ahora bien identificado, de la muralla cristiana.
Almeida ha destacado que esta obra, con una inversión de 120.000 euros, va dirigida “al disfrute de los madrileños y de los turistas. Desde el ayuntamiento queremos seguir ofreciendo atractivos para redescubrir nuestra ciudad, para disfrutar de sus maravillosos rincones”. Además, ha animado a los ciudadanos a visitar el distrito de Centro en el que se está trabajando con todos los sectores para “darle el brillo y recuperar las visitas que se merece, para que vengan a una ciudad absolutamente segura”.
Para la delegada del Área de Cultura, Turismo y Deporte, “es muy importante la conservación y puesta en valor del rico patrimonio que atesora la ciudad de Madrid porque es uno de los pilares sobre los que se fundamenta el interés, ya no solo de los que nos visitan, sino también de los vecinos que podrán volver a disfrutar de la historia que les rodea”.
Con la finalización de estas obras en el primer semestre del año, se recupera un espacio histórico del centro de Madrid próximo al Museo de San Isidro. La muralla se sitúa hacia la mitad de la calle del Almendro, en un pequeño recinto ajardinado formado por dos parcelas municipales separadas de la vía pública por una valla. Tras esa valla de cerramiento, puede apreciarse un potente lienzo de la muralla cristiana de Madrid, actualmente recuperado, y en el jardín, varios almendros que hacen honor al nombre de la calle.
Descubierta en 1967 tras una demolición
El inmueble que ocupaba el número 17 de la calle del Almendro fue demolido en octubre de 1967, dejando al descubierto un tramo de muralla de unos 16 metros de longitud y seis de altura media que lindaba con el edificio contiguo de la Cava Baja. Tras la demolición, el lienzo de la muralla presentaba graves signos de deterioro, cortes, interrupciones y añadidos totalmente incompatibles con su valor monumental, lo que la hacía difícilmente reconocible.
La intervención se ha realizado mediante una obra de restauración en la que se ha restituido de forma puntual el material perdido para garantizar la seguridad y la estabilidad del muro, se han repuesto los morteros de cal perdidos y se han identificado las zonas originales y sus materiales, retirándose las partes añadidas de ladrillo, chapa y uralita que coronaban la muralla, para lo que se ha dado un tratamiento superficial diferenciador a aquellas partes que no conservaban los materiales originales.
Una muralla que data del siglo XII
La muralla cristiana, según los restos arqueológicos contrastados en distintas excavaciones en el área urbana intra y extramuros, se comenzaría a construir tras la caída de Toledo durante el reinado de Alfonso VI y siguió su construcción coincidiendo con la inestabilidad de fronteras y dominios durante el siglo XII y primer tercio del XIII hasta el año 1212 (batalla de las Navas de Tolosa). La muralla, por lo tanto, no es unitaria en su construcción ni coetánea en todo el perímetro, como queda plasmado en el Fuero de Madrid.
El tramo de lienzo conservado en el actual solar municipal de la calle del Almendro se corresponde con parte del trazado original entre Puerta de Moros y Puerta Cerrada, lienzo amurallado que recorre las actuales medianeras entre la calle del Almendro y la Cava Baja. Este trazado se encuentra representado, aunque sin poder ser reconocido, en el plano de Marcelli-Witt (1622-1635), donde se aprecian las paredes de la muralla y un torreón en el interior de la manzana.
La ocupación de la zona amurallada, actualmente entre la calle el Nuncio, Costanilla de San Pedro y Almendro, en el interior del recinto, y entre Almendro y la Cava Baja en el exterior, se realizó por cesiones del concejo desde mediados del siglo XV a principios del siglo XVI con la colmatación del foso-cava. En estas donaciones, la villa sigue manteniendo el derecho sobre la muralla, por lo que se permite la construcción a una cierta distancia de los muros y torres sin poderla dañar ni en altura ni en su cimentación.