TODO VUELVE A LA NORMALIDAD

Retomamos la actividad en nuestra edición impresa después de unas inseguras  vacaciones. Dentro de una normalidad no muy normal, pues no esperábamos que la epidemia que nos pisa los talones volviera tan pronto y no nos diera casi tregua.

Parece que tenemos que acostumbrarnos por un tiempo a vivir con inestabilidad, y no da la impresión de que haya nada seguro bajo nuestros pies. Tampoco de que nuestros políticos nos vayan a ayudar en esta travesía en la que quienes llevan el timón están más preocupados en pronunciar discursos eludiendo cualquier responsabilidad. Desde luego no nos inspiran mucha confianza.

Pero tratando de ver algo positivo en este panorama, consideramos que en situaciones de inestabilidad el ser humano puede sacar lo mejor. No creemos que ésta sea algo malo, dado que se puede observar, por ejemplo, que en la trasformación de la materia, para que pueda cambiar y evolucionar, se necesita someterla a un proceso de presión. Este símil de los cambios del estado en la materia con el cambio beneficioso en las sociedades siempre parte de una crisis accidental. La llegada de la peste en el siglo XIV, aparte de una tragedia humana de proporciones desastrosas, también supuso un cambio en el modo de sentir, pensar y organizarse que constituyó el punto de inflexión entre la Baja Edad Media y la llegada del Renacimiento.

Resumiendo, lo que nos toca vivir supone una reacomodación de nuestra vida, y esperemos que esto sirva también para mejorar. Sobre todo a la hora de priorizar lo que es importante y lo que no. Importante es la salud y el bienestar de todos, e invertir en ello, y desde luego atender a las necesidades básicas. Si priorizamos la salud y no la economía, eso podrá ser un gran impulso en el tratamiento de las enfermedades, no solo de la COVID-19, ya que en todo esfuerzo humano se precisa contar con recursos económicos y humanos y cooperación entre países.


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