Inés Abalo Rodríguez es una mujer de letras, entusiasta por la justicia y crítica con las diferentes formas de coexistencia que practica la sociedad occidental en lo referente a los diferentes roles de los grupos humanos y sus lugares (o no lugares) en donde habitan. Inés es de Carabanchel, graduada en Psicología, con un máster en Neurociencia por la Universidad Autónoma de Madrid y otro en Filosofía por la Universidad de Edimburgo, y acaba de publicar su primera novela: Historias de mimosas y putas (Editorial Punto Rojo), una obra literaria escrita desde la emoción, pero también desde una aguda observación de la realidad temática que se propone comprender, explicar y denunciar la vivencia de las prostitutas en la Italia moderna, que es la misma, con mínimos matices, en la “Europa del bienestar” y en el mundo. ¿Los matices? Por ejemplo el prohibicionismo, el regulacionismo o el abolicionismo de la práctica del sexo de pago. ¿Es alguno de estos mecanismos la solución?
Pues no. En un largo y pedagógico conversatorio con la también escritora y carabanchelera Marina Estal en la sede de la Asociación de Vecinos del Casco Antiguo de Carabanchel Bajo, nos dejan claro que la solución pasa por una profunda reforma social y cultural que hay que empezar ya. “La novela se escribió después de una larga experiencia en primera persona colaborando con una asociación italiana que trabajaba con mujeres prostituidas”, dice Inés, “y el objetivo es humanizar a esa persona que hay detrás de la palabra puta”. Como toda novela, si bien el libro de Inés trata de una experiencia, del encuentro cotidiano, de la observancia detenida y crítica de la temática escogida, tiene su parte de ficción y mucha poesía, numerosas metáforas, pues la autora en el fondo es una poeta que deviene en la narrativa por pura necesidad de acoplar la temática al recurso más válido en este caso: la novela.
No es un ensayo periodístico, no es un poema en prosa, no es un estudio científico: es una historia real donde los límites entre ficción y realidad se pierden con regularidad. Es esta práctica narrativa la que deja un sabor a “querer hacer algo” después de su lectura, en la que nos asomamos a un abismo: 4 de cada 10 hombres son puteros. Proxenetas, pobreza, drogadicción, inmigración, desamparo, una suerte de confabulación contra las mujeres que ejercen la venta de su cuerpo que en muchas partes se tolera como práctica normal.
“Todo lo que cuento en esta novela pasó en la realidad. Es un poco lo del realismo mágico: todo es real, pero de repente se te materializa una palabra”, me dice. Y sí, es la necesidad de expresar con exactitud la realidad, pues a veces es difícil trasladar el contexto a la escritura. Entonces la ficción nos ayuda a interpretar eso que sentimos, eso que nos duele, eso que nos quita el sueño y que no podemos resolver aunque quisiéramos. Es la experiencia de todo novelista que entre, como Inés, a los fondos oscuros de una sociedad que se precia de culta y democrática, pero que tiene sus alcantarillas oscuras que no puede, o no quiere, cerrar.
“Dime una forma práctica de luchar contra esta lacra”, le pido. “Creando conciencia y debate para entender qué es la prostitución, pues no es la serie Juego de Tronos, en la que ves un burdel donde están las putas como si fueran graciosas, sino que viven una realidad muy dura. Entonces, primero tomar conciencia, luego crear opinión. ¿Queremos que esa realidad permanezca o luchar por abolirla? Son tres cosas que podemos hacer: tomar conciencia personal, hacer que la persona que está a tu lado también la sienta y abogar por políticas gubernamentales contra este flagelo”, contesta.
Hay un público emocionado y participante. Quieren comprar y leer el libro. A propósito, se puede adquirir por Internet, o en la propia editorial Punto Rojo. Vale la pena leerlo y apoyar a nuestras jóvenes escritoras de Carabanchel: son el futuro de las letras y de la trasformación social mediante la literatura.
