Las coníferas son un orden de plantas que se caracteriza por tener hojas en forma de aguja y producir piñas o conos. Pertenecen al grupo de las gimnospermas, que significa “semilla desnuda”. Sus semillas no están encerradas dentro de un fruto, sino que se encuentran expuestas en los conos. Además, son plantas perennes, lo que significa que no pierden sus hojas en invierno. Algunas de las especies más comunes son pinos, abetos, cedros y cipreses.
En Madrid, todos conocemos los episodios de inversión térmica, cuando en las capas altas de la atmósfera el aire es más caliente e impide que el aire de la ciudad se eleve, lo que contribuye a que la contaminación se quede a la altura de nuestras narices provocando un aumento de los episodios de asma en la población. Este fenómeno suele ocurrir en invierno, estación del año en la que los árboles caducifolios, que adornan y refrescan nuestras calles en primavera y verano, están en su fase de reposo, disminuyendo así el número de especímenes fijando carbono. Por todo esto, es primordial que el Consistorio ponga una especial atención en el cuidado de nuestro parque de coníferas y la vigilancia de las contratas con que llevan su mantenimiento.
Entre los grandes parques forestales de la ciudad contamos con el monte del Pardo y la Casa de Campo, en los que nuestras queridas encinas se unen a la labor de fijar carbono en invierno. Pero dentro de la ciudad también tenemos pequeños parques forestales que, sin ser conocidos por muchos, sí son importantes para la calidad del aire de los distritos que los albergan. Entre ellos tenemos el Pinar de San José, en Carabanchel Alto.
Un poco de historia
En 1906, los Hermanos Hospitalarios de la Orden de San Juan de Dios deciden repoblar los terrenos que colindan con sus instalaciones con el objetivo de crear un lugar confortable y de descanso. Esta repoblación se la encargan a los ingenieros forestales más avanzados del momento, que plantan miles de pinos piñoneros (Pinus pinea L.) en los mismos terrenos donde estaban los palacios de recreo de Francisco de Cabarrús, Juan Manuel de Manzanedo y el marqués de Vallejo, entre otros. Desde entonces, este entorno es conocido con el nombre de Pinar de San José.
Con el trascurso de los años, se convirtió en un pequeño bosque de más 27 hectáreas. En el año 1999 pasa a ser de titularidad pública, y en el 2013 se privatiza su mantenimiento hasta la fecha de hoy. En los años 2018 y 2019, en las juntas municipales de Carabanchel y Latina, se aprueba su blindaje como Parque Histórico, y ya en el año 2020 se solicitó elevar un expediente a la Comunidad de Madrid para su catalogación como Parque Histórico y Bien de Interés Cultural (BIC). A fecha de hoy seguimos esperando que la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento tramiten los informen pertinentes, pero nos tememos que aún tardaremos años en verlo.
El pinar cobija a multitud de conejos y a una gran variedad de especies de aves como estorninos, abubillas, palomas torcaces, urracas, gorriones, cotorras argentinas, pitos reales, agateadores, carboneros, herrerillos, y habitualmente se pueden ver milanos y águilas en busca de gazapines.
Toda esta interesante historia cultural y biológica está en peligro desde hace muchos años y en riesgo de extinción desde Filomena (borrasca que nos visitó entre el 6 y el 11 de enero de 2021 y que cubrió gran parte de España, incluida Madrid). El volumen de nieve que tuvieron que soportar las copas de los pinos provocó la pérdida de muchas de ellas, y por el mal estado en el que quedaron muchos ejemplares fueron talados. Los pinos supervivientes quedaron con las copas mermadas, lo que ha provocado su debilidad y los ha dejado a merced de las plagas de oruga de procesionaria (Thaumetopoea pityocampa), que va devorando las acículas más jóvenes, y del Barrenillo (Tomicus piniperda), cuyas larvas perforan galerías en los troncos y ramas, terminando por secarlos. La seca se observa en las ramas por sus acículas, que toman un color rojizo al secarse. Para estas plagas hay tratamientos y, sobre todo, prevención (alimentación de los suelos, evitar encharcamientos, aros para evitar la bajada de las orugas al suelo donde continúan su ciclo, trampas de feromonas, etcétera).
Plantaciones
Tras las múltiples talas realizadas en 2021, durante el año 2023 se plantaron 50 pinos muy jóvenes (1 o 2 años), pero sin riego y, efectivamente, se secaron. No sé qué esperaban que ocurriera si solo recibieron por riego el agua usada para plantarlos. Por fin, en 2024 se realiza una nueva plantación de unos 200 pinos, un poco más grandes, de aproximadamente metro y medio de altura, pero algo débiles y finos como una rama. Esta vez sí que hay asignado riego mediante cubas de agua y aparentemente se están consolidando, solo hemos detectado dos marras. Pero no pensaban que fueran a ser apetitosos para la plaga de conejos que, por falta de alimento y agua, se atreven con la corteza de estos pinos jóvenes.
A finales de julio se observa que todos presentan su corteza roída y que el servicio de mantenimiento no ha hecho nada por prevenirlo. Son los vecinos los que, viendo la debacle que se viene encima, han reaccionado, ya que con tantas talas —y las que vendrán— los pinos centenarios (1906) siguen secándose, es masa envejecida y es primordial atender a estos jóvenes que deberían ser el futuro del pinar.
La Mesa del Árbol de Carabanchel y algunos vecinos concienciados han terminado este agosto de colocar todos los protectores necesarios para que los conejos no puedan acceder a la corteza de los pinos. De momento esta actuación “ha despertado” a la contrata del Ayuntamiento, que corriendo viene a poner los protectores; de nuevo tarde, aun así tenían que poner los suyos quitando los nuestros.
No debemos dar por perdido nuestro trabajo: el que se hayan dado cuenta ya da por válida nuestra actuación. Esperamos que con la misma y con el respeto de todas las personas que pasean y disfrutan del pinar, haya una pequeña esperanza. Nuestros pequeños actos tienen beneficio.
